La trifulca familiar en el seno de los Pajín a cuenta de la moción de censura en el Ayuntamiento de Benidorm actualiza una arraigada tradición hispana que se inscribe en los albores de la nación y que tiene en Guzmán el Bueno y el general Moscardó a sus más insignes representantes.
En el caso de la secretaria de Organización del PSOE, la duda estriba en saber si la hija ha dado el plácet a la ejecución -política, por supuesto-, de la madre o ha sido justo al revés. Al igual que a sus predecesores, a Pajín tampoco le ha temblado el pulso a la hora de anunciar la expulsión del partido de su propia madre, que a su vez, ha sabido aceptar con entereza su destino, saliendo a su encuentro, consolada quizás por la certeza de que al tercer año -puede que al segundo- resucitará como nueva e inmaculada candidata socialista.
Si se ha aceptado que la supuesta costumbre de no hablar de política en las mesas familiares del País Vasco es prueba irrefutable de que ésta es una sociedad enferma, igualmente, habrá que tomar como seña de normalidad democrática el hecho de que en casa de los Pajín tan sólo sean tabú las charlas económicas, especialmente, si están relacionadas con el sector de la construcción.
En este punto, conviene recordar que la moción de censura en Benidorm viene espoleada por comerciantes, hosteleros y constructores -es decir, lo que antes se conocía como poderes fácticos-, que alegan parálisis de la vida política local.
En cualquier otra institución política se consideraría inaceptable semejante alianza de tránsfugas y fácticos, pero ya se sabe que el ámbito municipal funciona bajo sus propias reglas. No obstante, quizás sea el momento de que el Defensor del Menor -o cualquier otro defensor- estudie retirarle a Pajín la custodia de su madre.