“Reinaba ya el más profundo silencio en todo el palacio y sólo se oía en el cuarto azul el acompasado correr de la fuentecilla. Al volverme a cerrar la puerta, sonó en mitad de la habitación un golpe seco y fuerte, terrorífico en el silencio. Al mismo tiempo, una fuerza invisible hízome caer al suelo con gran violencia, y fue entonces cuando vi una de esas cosas sin nombre. Era como una columna de luz azulada que llegaba desde el suelo hasta el techo y que fue apagándose bajo el retrato de la monja”. Con estas palabras describía el Padre Coloma su experiencia en el Palacio de Narros, en Zarautz. Pero él no fue el único.
Y es que este pueblo costero, característico por su ambiente y sus playas, guarda una cara oculta que nadie espera. De hecho, es el principal escenario de terroríficos acontecimientos a los que nadie encuentra explicación. Pero no temas, ni sus playas ni sus calles están malditas. Los escalofríos, los temblores y la piel de gallina aumentan a medida que te acercas a una de las residencias más preciadas del pueblo: el Palacio de Narros. La gente de paso cuenta los sucesos inexplicables y los chirridos que salen del palacete en mitad de la noche, pero los residentes del pueblo ya saben lo que pasa. Tanto es así, que ni los más pequeños se sorprenden.
Todo se remonta a 1572, cuando las olas acercaron a un náufrago a orillas de la playa de Zarautz. Se trataba de un noble inglés que, por su condición de hugonote, huía de Francia por la matanza de la noche de San Bartolomé a manos de los católicos. Imagina el tamaño de las olas y la horrible tempestad que vivieron docenas de tripulantes que navegaban con él esa noche. Tanto que solo él llegó con vida a la playa.
Lo encontraron allí los marqueses de Narros, que se ofrecieron para acogerlo, darle comida y prestarle ropa. El hugonote necesitaba descanso, y los marqueses no dudaron en alojarlo en una de sus mejores habitaciones: el Salón Azul. De hecho, la más iluminada del palacio. A pesar de la atención y de los cuidados recibidos, la salud del hugonote no mejoraba, y una noche de verano, tras negarse a recibir la extremaunción de la mano de un cura católico, murió.
24 de agosto. El día que todo empezó.
Puertas que se cierran y se abren. Ruidos inexplicables. Pasos. Se dice que la habitación en la que dormía el hugonote está encantada y que todos los años, la noche del 24 de agosto, su espíritu vuelve para protestar. Se dice también que se deja ver, y es que cobra vida gracias a los cuadros que adornan el salón, moviendo los ojos de sus retratos y rompiendo el silencio con chirridos de cadenas.
La historia del Palacio de Narros y su Salón Azul ha ido contándose de generación en generación. Y no es para menos. Y es que el propio Luis Coloma sintió, de primera mano, el escalofrío que recorrió todo su cuerpo al pasar una noche en ese salón. Se dio cuenta de algo. No estaba solo.
Tras esa experiencia, el jesuita escribió un libro en el que contó los sucesos y sensaciones inexplicables que vivió en el Salón Azul. Pero la inquietante leyenda del Palacio de Narros no quedó ahí. Cada 24 de agosto, los habitantes de Zarautz que se acercan al palacio sienten una corazonada indescriptible. Tanto es así, que hasta Iker Jiménez acudió al sitio para grabar un reportaje para su programa Cuarto Milenio.