Dicen que tiene diez hierbas y 500 kilos. Se llama Ratón y cobra 10.000 euros por sembrar el pánico en las plazas de Valencia. Tiene en sus astas tres muescas por los humanos que ha mandado al otro mundo en espectáculos que recuerdan a nuestras vaquillas sanfermineras. Su última víctima tenía 29 años y se dejó la piel volando por los aires en la plaza de Játiva como si fuera una pelota de tenis. Los cuernos de Ratón fueron las raquetas. La semana pasada actuó (manda narices, pero lo dicen así) en Sueca y la gente del pueblo y de otros pueblos más lejanos hizo cola durante toda la noche para no perderse el espectáculo.
Una chica sonriente no tuvo empacho en explicar las razones por las que estaba allí: “A ver si coge a alguien otra vez”. Un tipo de cierta edad tampoco escondía la sonrisa: “Vengo por el morbo, si ya ha matado a tres…”. De repente comprendí las razones por las que pagan tanto a Ratón y hasta me acordé de José Tomás, el torero regio que sigue quieto y parado aunque el toro se empeñe en pasar por donde él tiene los pies. A lo mejor cobra más que nadie porque son muchos los que quieren estar presentes el día que le mate el toro. El hombre entre natural y natural parece aceptar ese destino. Total, una pasta.
La duda que me deja la historia es si yo sería capaz de asistir a la actuación de ese toraco de diez años. Cuando yo voy a ver los encierros o las vaquillas en Pamplona… ¿Comparto de alguna manera el espíritu de los seguidores de Ratón? ¿Tendrá algo que ver?
Yo creía hasta ahora que el encierro participa de la liturgia de las corridas, que el riesgo tiene un objeto. Las vaquillas me parecen un juego inocente, aunque lo salpique de vez en cuando alguna conmoción cerebral y algún brazo roto. Pero a lo mejor es parecido y el horror que sentí al escuchar a aquélla y a aquél me lo produce que la muerte tenga semejante efecto de llamada. La muerte de los otros, por supuesto.
En fin, no sé. Tendré que pensarlo. Claro que al leer que el dueño de Ratón ha pedido ayuda económica a la Generalitat valenciana para clonar al bicho se me olvida tanta pregunta trascendente y no puedo evitar la carcajada. Esperpento de país.