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Fernando Becerril

El bisturí

Paseando por Gros

Me gusta pasear por Gros. Se respira vida. Hoy se respiraba incluso demasiada vida. Costaba dar un paso entre el follón de la feria del Kursaal y los miles de visitantes que han venido para correr mañana, pero que hoy se limitaban a hacer lo mismo que yo. Los 25 grados y el viento sur y la luna llena, que se acababa de poner, terminaban de convertir la mañana en un tumulto. Aunque gracioso.

En medio del camino me encontré en la calle Zabaleta y sentí un pellizco de nostalgia. El Lagar ha dejado de ser El Lagar. Desde ayer se llama Mezclum y no he tenido tiempo todavía de enterarme de qué va el nuevo local. Me enteraré.

La primera sensación es que la clientela es bastante más joven. La segunda es que algunos hemos perdido algo. Hemos bebido y comido mucho y bueno en un local que nació como un bistrot delicioso y al que se lo ha terminado llevando la riada que nos azota a todos desde hace tiempo.

Las terrazas estaban a rebosar. A los corredores de mañana no les temblaba el pulso ante una Voll Damm de dos pisos y los críos se habían adueñado a bandadas de la Plaza de Catalunya. Me reconfortó la nueva heladería porque, si no me falla la memoria, en Gros no había habido otra desde que se cerró la Heladería Española en el Paseo Colón. El cucurucho de café y yogur griego me confirmó la sensación veraniega de estos días de noviembre.

Lástima que al entrar en Padre Larroca me volvió a golpear la persiana metálica de Martín Txiki. No ha durado mucho este comercio en el que se podía comprar buena fruta, buen aceite, buenas conservas y buenas bebidas a un precio razonable. Era una tienda amable, pero no ha conseguido convencer a los vecinos de un barrio que se mantiene fiel a sus comercios de siempre y en el que cuesta mucho abrirse un hueco.

A lo mejor por eso me gusta tanto Gros. Porque palpita en el aire un entramado de complicidades y lealtades, de afectos y antipatías, que van más allá de lo que te dicta la cabeza. Bueno, os dejo, voy a terminar mi paseo. Mañana será otra cosa con más de veinte mil atletas cruzando la Zurriola en busca de la gloria. Porque hay un domingo en noviembre en que el triunfo se alcanza atravesando una línea que está veinte kilómetros más allá del lugar en el que empezaste a correr. Basta con eso.

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Una visión afilada de la vida

Sobre el autor

Han sido muchos años en los que me ha tocado ver, leer y escribir de un deporte y de otro, del fútbol a la pelota pasando por el baloncesto y unos cuantos más. Me apetece contar lo que veo, lo que me sorprende y lo que admiro sin tener que pensar en un resultado. Pero no sé si seré capaz de hablar sólo del resto de la vida... Porque hay semanas en las que parece que el mundo entero es un terreno de juego. Veremos.


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