La Real ganó a una especie de coco que nos fabricamos la temporada pasada cuando los amarillos de Las Palmas nos dieron unas cuantas lecciones de fútbol en unos pocos meses. Fue un triunfo rotundo en el que además de jugar bien se dieron toda suerte de circunstancias favorables. Fue una de esas victorias en las que lo que menos vale son los tres puntos porque hay algo que nuestro equipo necesita todavía más como es limpiar la cabeza y recuperar la confianza en su propia capacidad.
Las señales de alarma eran claras. El equipo jugaba agarrotado, con miedo a perder el balón y meterse en un lío, las indecisiones tanto en ataque como en defensa convertían posiciones de fuerza en situaciones de debilidad. De hecho tanto en Pamplona como en Anoeta frente al Espanyol los nuestros no se liberaron hasta que no llegó el primer gol. Mientras, en el entorno, nos flagelábamos con una música que hace diez años nos ayudó a marcharnos a Segunda: “Lo hacemos todo mal. Los jugadores son unos niños consentidos; el entrenador, bobo; el director deportivo, absurdo y el presidente… Ése es el peor, que encima los mantiene”.
Mikel González le puso nombre la semana pasada: “No me quiero intoxicar por tanta negatividad”. Pero una cosa es ponerle nombre a una situación y otra que hacerlo sirva de exorcismo para que esa carga negra que respiramos no te afecte. Fue precisamente Mikel el que más se equivocó en la jugada del penalti en Villarreal. Había salido la Real como no lo había hecho al menos desde enero. El submarino sufría. Y un error puntual se convirtió en un penalti que les desactivó por completo. Ni siquiera se convirtió en gol. No hizo falta ni eso para que a nuestros jugadores les temblaran las piernas y se vieran perdiendo 2-0 en un momento.
No necesitamos este tipo de exageraciones, ni la unas ni las otras. Llegarán malos días, quizás pasado mañana en Eibar, que hace unos meses la Real fue limpiamente superior en Ipurua y terminó perdiendo. Podemos ir hacia arriba o hacia abajo, qué sé yo, pero una cosa sí sé, si estos jugadores se liberan y salen a jugar en todas partes como lo han hecho esta semana, vamos a terminar disfrutando. Entre tanto tratemos de evitar las malas músicas, las que critican hasta los aciertos, las que defienden hasta los errores. Vamos a tratar de echar una mano a los que nos representan, que todavía no creo que tengan la cabeza limpia del todo y les vamos a necesitar bien despejados para llegar a donde pueden hacerlo.