La Copa de Vitoria ya está en marcha. Ocho equipos, ocho aficiones con la de Baskonia a la cabeza. Son ocho pero sólo puede quedar uno. Sólo uno levantará el trofeo de campeón el domingo por la tarde, sólo uno cortará la red de la canasta que habrán utilizado para ganar. Sólo uno. Y más de la mitad del pabellón espera que ese equipo vencedor, ese único superviviente sea el suyo, el de casa. Aunque todos saben por aquí que no va a ser fácil.
Nadie se fiaba en Vitoria del primer adversario. Las ausencias del domingo pasado y los apuros sufridos ante un equipo menor como Obradoiro se sumaban a la trayectoria impecable de los tinerfeños. Toko no había llegado a tiempo pero la Copa es un bien demasiado precioso para esta afición como para quedarse sin juguete a las primeras de cambio y encima en casa. Claro que a veces no basta sólo con voluntad, a veces hay que extraer una veta de ambición extraordinaria para superar las dificultades y los de Sito Alonso salieron dispuestos a no perder bajo ninguna circunstancia. No iba a hacer falta menos.
Los laguneros fueron a remolque desde el principio pero encontraron siempre una manera de reengancharse por mucho que los locales estirasen el marcador. Tras el descanso, el partido se torció, se convirtió en una pelea áspera en la que eran los alaveses los que más tenían que perder. En medio del fango se veía más seguros a los aurinegros que a los azulgranas. El Buesa empujaba como si esto no fuera la Copa, como si el factor cancha tuviera valor real en un torneo que no ganan casi nunca los locales. Ni un paso atrás ni un grito menos por mucho que la amenaza estuviera cada vez más cerca.
La renta de once puntos del descanso se había quedado en seis antes de iniciar el último capítulo. El drama estaba servido y Hanga se encontraba con una cuarta falta que metía un poco más de tensión por mucho que la renta se elevará de nuevo a +11 con seis minutos largos por delante. Baskonia se sobrepuso a sus propias dudas y llegó al momento decisivo con una ventaja suficiente para seguir adelante, para mantener el sueño de que cuando esto se acabe, cuando sólo quede uno, ése sea el equipo de casa.