La Real Sociedad aborda esta semana dos partidos de esos que puedes y debes ganar pero que por ello encierran un peligro diferente. Primero porque en el campo del Rosenborg nadie gana sin sufrimiento. Esa victoria te pondría en el sendero de la primera plaza de tu grupo europeo con el que se limitan los riesgos en el siguiente sorteo y, sobre todo, te asegura que podrás seguir jugando en Europa en el corazón del invierno. Aunque para clasificarse basta con el empate, mejor hacerlo ganando. Después porque Las Palmas vendrá el domingo agonizante a Anoeta y tratará desesperadamente de aprovechar el desgaste de los nuestros.
Nadie entendería que Pako Ayestarán acertara a levantar el vuelo precisamente aquí. Es un partido en el que la sorpresa sería un mazazo en el centro de nuestras ilusiones. Razón de más para cuidarse mucho de abordar el choque con menos energía. Todavía no hemos hecho nada. Todavía nos estamos buscando. Esta semana hay que salir con el cuchillo entre los dientes. Lo saben los que juegan y los sabemos los que les vemos. Toca ganar. En Getafe y en Girona pudimos comprobar que nunca es sencillo, que cualquier error, tuyo o ajeno, te deja sin premio.
Precisamente en Girona quedó a la luz que este equipo se está pareciendo poco a poco a lo que esperamos de él. Más consistente en defensa, capaz de hacer frente a un adversario que juega a mil revoluciones por minuto, que muerde o patea en cada metro y que te exige tanta intensidad como concentración, la Real Sociedad dejó buena imagen allá. Era un partido para adultos y a los de Eusebio sólo les faltó ganar. Hicieron todo lo que había que hacer para conseguirlo, excepto aprovechar alguna de sus ocasiones de la segunda mitad. Les faltó acierto en el área y eso cuesta puntos, claro, pero nos dejaron la sensación de que lo mejor está por llegar.
Bueno pues para que llegue va a hacer falta dar un paso adelante esta misma semana. Sin Llorente, al que le castigan en cada salto aunque la falta se la hagan a él, y sin Zuru, al que le cosieron a golpes en Girona. Seguramente es casual que al jugador que reaparece tras lesión le den más duro que a nadie. O no. A lo mejor la culpa la tiene él por estar en las zonas más calientes o por darle pausa al juego y aguantar el balón en los pies cuando vienen las botas rivales como si fueran las cuchillas de un cortacésped. Quién sabe. Lo que es seguro es que le cosieron y no viaja a Noruega. Le echaremos de menos.
En Trondheim nos vamos a encontrar con un adversario más firme que el que nos visitó hace un par de meses. Necesitan ganar y van a meter presión. La Real tendrá que encontrar espacios y darle sentido a la posesión del balón. Está bien ser dueños del cuero pero hay que tratar de romper con desmarques rápidos por dentro y por fuera. Que sean ellos los que sientan el riesgo. Porque si el riesgo lo sienten los realistas, la historia puede terminar mal. En Girona la Real se defendió mejor que bien pero a lo largo de noventa minutos siempre hay momentos en los que te sientes desbordado y cuando eso sucede, como ocurrió en Montilivi durante cinco, diez minutos máximo, la cosa suele terminar en gol en contra.
Es algo que hay que mejorar porque, por ejemplo, el Valencia se ha convertido en un aspirante a todo gracias a que sale ileso de los agobios y machaca cuando la ocasión asoma. Es una de las cosas que nos aleja todavía de los grandes objetivos. Claro que si echamos la vista un poco atrás y vemos los goles que encajábamos no hace mucho, podemos pensar que esta lección también la aprenderemos y que entonces competiremos en el siguiente escalón, el que lleva a Europa cada año.
Por ahora basta con saber que podemos hacernos fuertes con cinco jugadores en el centro del campo que pueden amargar a cualquiera, aunque el rival venga de hacerle un roto al mismísimo Real Madrid, que arriba siempre llegan las ocasiones por mucho que nos aprieten y que atrás progresamos adecuadamente. Es obvio que nuestros laterales todavía tienen que beber mucho colacao para ser tan eficaces cerca de nuestra área como suelen serlo cuando se lanzan hacia la puerta contraria y que ese centro del campo tan brillante no achica espacios con la contundencia que tienen otros. Ya digo, nos estamos buscando pero siento que no tardaremos en hablar de hallazgos antes que de búsqueda. Quizás antes de lo que pensamos.