La Copa cerró sus cuartos de final de la mejor manera posible, con una pelea dramática entre un anfitrión modesto, aunque orgulloso, y un Baskonia que además de juego ha recuperado su legendario carácter. Visto el partido cuesta creer que Obradoiro no llegase a firmar la tercera hazaña en cuatro encuentros. Sobrevivió Baskonia con un único argumento, una obstinada resistencia a la derrota. Se suele negar a perder y esa entereza le mantiene vivo en todos los frentes. No es raro que la afición alavesa esté así de feliz.
Habrá que ver si esa fuerza espiritual le permite resistir esta tarde a un Real Madrid que ayer distribuyó los esfuerzos y no necesitó exprimirse para dominar al Fuenlabrada. Laso hizo jugar más de treinta minutos a Llull. No es probable que sus compañeros terminaran la tarde con agujetas. Era dudoso el concurso de los renqueantes Nocioni y Felipe Reyes. El Chapu fue seguramente el mejor y el segundo que más minutos estuvo sobre la pista. O sea que están todos menos Rudy. Su banquillo es bastante más largo y su desgaste, inferior. Baskonia necesita hoy una inyección doble de orgullo y mentalidad y que sus artilleros reaparezcan. Hanga salvó el primer partido ofreciendo puntos además de defensa, salto y velocidad. Hoy no le pueden dejar solo otra vez. Dijo en su día el argentino León Najnudel tras hacer campeón al CAI en la primera final de la nueva copa que el que no gana con siete no gana con 17. Pero hacen falta al menos siete. Ayer Baskonia ganó con dos, pero el Madrid es otra historia.
Esta tarde todo puede pasar. Después de estos inolvidables cuartos de final, cualquier pronóstico es un atrevimiento. Sobre todo si analizamos la primera semifinal entre Bilbao y Gran Canaria. Sito Alonso contra su maestro, mentor y amigo, Aíto. Los dos equipos tienen mucho en común y armas para alcanzar su primera final. Es un duelo inesperado, pero se ha convertido en un caramelo. Sin Barcelona, sin Valencia. Qué grande es la Copa.