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Fernando Becerril

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Con Iriondo empezó todo

Rafa Iriondo, en uno de sus partidos con la Real Sociedad /
Rafa Iriondo

Rafa Iriondo, en uno de sus partidos con la Real Sociedad

Hace un par de días que nos dejó Rafa Iriondo. Fue un futbolista legendario, de ésos cuyos nombres van siempre acompañados de los de algunos de sus compañeros porque todos juntos hicieron algo trascendente, en su caso para el Athletic. Pero Iriondo no sólo fue uno de los cinco componentes de aquella delantera mítica. Además cerró su carrera como jugador en la Real Sociedad con la que jugó 32 partidos y anotó diez goles. Era el año 1955, tenía ya 36 años y no había jugado mucho después de haber sido el máximo goleador del equipo en su primera campaña como txuriurdin. Un digno epílogo a una gran carrera. Lo mejor vino casi dos décadas después cuando se hizo cargo del banquillo realista porque se puede decir que allí empezó todo. La mejor Real de la historia se empezó a gestar en aquellas dos temporadas en las que el fútbol empezó a fluir por las botas de futbolistas que habían sobrevivido pateando campos sembrados de barro.

De aquellos dos años entre el verano de 1972 y la primavera de 1974 recuerdo dos partidos de signo bien distinto. En aquel domingo de las navidades de 1972 en la universidad habíamos organizado un baile para recaudar fondos para el viaje de fin de curso. Jugaba la Real. Así que me escapé al Bernabéu. No os podéis imaginar lo que era bailar a aquel Madrid en su propio campo. La Real jugó el mejor primer tiempo que yo le había visto hasta entonces. Araquistain, un proyecto de gran delantero, adelantó a la Real. En el minuto 41 no se entendía como el partido estaba sólo 0-1. Pero era el Madrid y era el Bernabéu. Un árbitro malagueño llamado José Navarrete Antiñolo consiguió que los blancos llegaran al descanso ganando gracias a uno de esos penaltis que hoy nos sigue pitando un González González cualquiera. Supongo que en el túnel de vestuarios Gorriti le dio recuerdos porque el lateral realista no regresó al terreno de juego.
Después no hubo partido y nos metieron otros cuatro que Pirri, Velázquez, Santillana y compañía se encargaron de celebrar como si no nos hubieran metido la mano en la cartera al final del primer tiempo. Yo llegué al baile dispuesto a dar de beber a las masas con una extraña sensación. Por un lado estaba encendido como una farola, por otro no terminaba de creerme que la Real, aquella Real, la de Martínez y Gorriti, la del joven Kortabarria,la de Arzak y Luciano Murillo, la de Esnaola y Boronat, la de Ansola y Amas, aquélla, fuera capaz de jugar el fútbol exquisito del primer tiempo. Entonces la referencia era el Ajax de Cruyff y por unos momentos había parecido que, salvando todas las distancias, la Real jugaba al mismo deporte.

El otro partido que no he podido olvidar llegó quince meses después. Como uno tiene familia en Valencia me fui a las Fallas aprovechando que San José caía en martes y teníamos un puente espectacular en la facultad. El domingo la Real jugaba en Mestalla contra el Valencia. Quedaban nueve jornadas para el final y el equipo de Iriondo estaba metido, por primera vez en su historia, en la pelea por una plaza europea. Había que terminar entre los cuatro primeros y los puntos de Mestalla eran importantes. Como pueden imaginar me fui al fútbol y vi ganar a la Real. Satrústegui, un chaval de veinte años, era titular. Ya había jugado trece partidos ligueros pero todavía no se había estrenado como goleador. Aquella noche marcó nada más empezar y anotó mediado el segundo tiempo el gol de la victoria. Los primeros goles del que iba a ser el máximo artillero de nuestra historia. Pela Arzak se lesionó pronto, a Gaztelu le echaron al final, pero los puntos viajaron a San Sebastián con toda justicia tras una lección de solvencia. Dos meses después la Real había logrado su primer billete para Europa. La epopeya estaba a punto de comenzar. La temporada siguiente regresó un gigante como Andoni Elizondo para llevar de nuevo a su equipo a la Copa de la UEFA. Debutó Arconada y entró Irulegi como entrenador para dar paso al resto de estrellas del equipo campeón y para que su fútbol se fuera haciendo cada vez más firme… De aquí a la eternidad titulé la crónica de El Molinón para La Hoja del Lunes, pero años atrás había empezado todo. Con Rafa Iriondo. Ahora se ha ido. No le olvidaremos.

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Una visión afilada de la vida

Sobre el autor

Han sido muchos años en los que me ha tocado ver, leer y escribir de un deporte y de otro, del fútbol a la pelota pasando por el baloncesto y unos cuantos más. Me apetece contar lo que veo, lo que me sorprende y lo que admiro sin tener que pensar en un resultado. Pero no sé si seré capaz de hablar sólo del resto de la vida... Porque hay semanas en las que parece que el mundo entero es un terreno de juego. Veremos.


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