He dudado mucho. He dejado pasar más de medio festival para tener un balance provisional. Ya lo tengo. No he nacido para elegir películas. Si Rebordinos quiere reforzar el equipo de selección, que busque en otro lado. Yo no sirvo. A estas alturas he visto diez películas y cuatro no tenían un pase. En alguna de ellas la culpa no es del todo mía, pero cuando llevas un 40% de suspensos más vale no buscar excusas.
Podría empezar por los tres aciertos y los tres suficientes que he sacado, pero es mejor confesar de entrada nuestros pecados. Empecé la fiesta con una sesión golfa que me merecía confianza. El director del festival no podía fallar trayendo de Japón dos pelis subidas de tono. Con una hubiera acertado de pleno en la Semana de Terror porque era tan mala como graciosa. La otra era formalmente cursi y gracia no tenía ninguna. Salí del Principal cerca de las tres y con mucho más arrepentimiento que gozo.
Menos mal que el sábado tenía cita con Kim Ki-Duk. Entré en el Kursaal con las imágenes de Hierro 3 en la cabeza o las del bellísimo cuento oriental de Primavera, Verano, Otoño, Invierno… y Primavera. Salí en medio de un desfile de bostezos y rezando por no encontrarme con ningún responsable de la elección de Amén como película a concurso. No sé qué hubiera hecho, que uno tiene su carácter.
Es una película gratuita, sobre todo en el sentido de que no le ha costado ni un duro hacerla. El hombre ha tenido la modestia de ponerse una máscara antigas para interpretar él mismo el segundo papel sin pecar de exceso de protagonismo, aunque a lo mejor lo ha hecho para no tener que pagar a ningún galán. Quién sabe.
El domingo aposté por la historia de una ancianita brasileña. No sé si pasé más sueño que en la de Kim Ki-Duk, pero no anduve lejos. La protagonista merecía una película. Tenía un rostro macizo, surcado por la vida, con esa dureza que te permite optar a un premio en un concurso de fotografías de viaje si te la cruzas por el camino en el estado de Minas Gerais. Pero, coño, hora y media…
Lo peor ha sido lo de esta tarde. Me he ido a San Telmo para ver una sombra digital china. Perfect Life se llama la joya. Su director igual lleva una vida perfecta y a lo mejor sabe lo que ha rodado, pero a los demás nos ha dado la tarde y no tenemos la menor idea de lo que nos ha querido contar. Encima me ha destrozado mi promedio, que por fin había conseguido remontar el desastre inicial.
Claro que la culpa la tengo yo. A quién se le ocurre apostar por siete películas de Extremo Oriente en las diez primeras elecciones. Es como hacer una porra de la Liga y elegir a siete jugadores del mismo equipo y que no sea ni la Real ni el Madrid ni el Barcelona. Rayos, si estoy hablando de fútbol. Me vuelvo al cine, a ver si mejoro.