La Copa ACB no acepta jerarquías. Hace un año, el Real Madrid necesitó tres agonías y un campo atrás para levantar el trofeo y confirmar día tras día los pronósticos. Aquella jugada que eliminó de entrada al Andorra y nos dejó sin la mayor campanada copera en muchos años asomó ayer la cabeza desde el primer partido. Beirán corrió hacia atrás para evitar que el balón llegara a su propio campo y pisó en zona de nadie sobre la publicidad del círculo central. A Hierrezuelo, el árbitro que no vio pisar a Llull hace un año, casi se le caen los ojos al suelo para tratar de ver si había existido la infracción o podía seguir la jugada.
Creo que esta vez acertó pero su gesto en un árbitro de su experiencia lo decía todo. Se acordaba de que una vez no miró bien. Vuelve a ser la Copa. Ahora en Las Palmas. Todo puede pasar. Hasta que un error intrascendente en el minuto uno se convierta acabando el partido en el salvavidas del pronóstico más claro.
Esta vez el error más grave lo cometió un jugador del Valencia. Después de ir toda la tarde a remolque, el campeón de Liga se acercó a tres puntos con al menos dos posesiones por delante. No merecía ganar pero su curriculum es superior y no se les puede dar por derrotados antes de tiempo. Un impecable Iberostar Tenerife agotó casi toda su posesión. El lanzamiento de Davin White no entró. El rebote en defensa abría el partido de par en par. Pero el balón se lo quedó Abromaitis. Doornekamp completó una noche horrible dejándose comer la tostada, condenó a su equipo y permitió a los de Tenerife llegar a las semifinales por primera vez y mandar a hacer puñetas la jerarquía del campeón de Liga y subcampeón de Copa.
Después el Real Madrid, el dominador del torneo en la era Laso, tenía que enfrentarse a Unicaja que es un equipo temible cuando compite de principio a fin. Y esta vez lo hizo. Convirtió un 31-23 en contra en un 34-43 a favor y aunque los blancos fueron capaces de llegar arriba al descanso se vieron obligados a vivir una pesadilla hasta el final y a ir siempre a remolque. Casi siempre.
Los malagueños dejaron escapar en un momento una renta de siete puntos con poco más de tres minutos por jugar y así llegamos a un final en el que cualquier detalle puede decidir. Esta vez no fue el campo atrás que recordó todo el pabellón mediado el segundo cuarto. Esta vez fue un triple de Thompkins que puso arriba a los merengues después de medio partido y el trabajo inconmensurable de Campazzo, líder absoluto de los suyos en un final de partido afilado como una navaja. Así es la Copa. Espectáculo.