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Fernando Becerril

El bisturí

Una novela, un Pulitzer

Me lo recomendaron. Un amigo, un mensaje de whatsapp. Tienes que leer… Y yo leí. ‘La maravillosa vida breve de Oscar Wao’. No me dijo nada. Mi cultura da lo que da. ¿El nombre del autor? Junot Díaz. Me dijo lo mismo. Nada. Pero me pudo la curiosidad. Tengo un amigo que se lo ha pasado en grande con una novela y un escritor que no sé ni que existen. No hace falta mucho más para darme una vuelta por mi bilbioteca municipal de cabecera. Y Junot Díaz y sus personajes se metieron en casa.

Uno no puede dejar de ver la relación con ‘La fiesta del chivo’ de Vargas Llosa. Pero las miradas y el tono están tan alejados, que mi primera referencia fue ‘La Conjura de los necios’ con la que guarda puntos de contacto bastante epidérmicos. Sí, hombre, los dos autores ganaron el premio Pulitzer con una única novela. John Kennedy Toole no pudo escribir más. Se la editaron once años después de haberse quitado la vida. Junot Díaz es editor de ‘Boston Review’ y sigue escribiendo, aunque por lo visto no le sale un relato de largo aliento. De momento sólo ha firmado una novela, la de Oscar. Pero, ojo, es buena.

Claro que no fue fácil hacerse con ella. Primero porque el autor es dominicano, recriado en Nueva York y escribe en su idioma, o sea una jerga entre español caribeño e inglés de Niuyol.  No sólo eso. Tampoco somete su libertad creativa a ningún tipo de ortodoxia literaria. Las notas a pie de página se arrastran durante hojas y hojas compitiendo de igual a igual con el texto principal. Hasta que te vuelves cómplice y entonces empiezas a disfrutar, aunque no por ello dejas de lamentar no disponer de cuatro ojos con visión independiente para poder tocar a la vez todos los palos, todos los temas.

Decía que me costó un poco echarla a andar. El bueno de Oscar es un tipo que se mueve en los márgenes de la realidad. Le sobran kilos y le faltan argumentos para vivir su única vocación, la de enamorado. Básicamente sueña. Y Junot Díaz le hunde debajo de un quintal de maldiciones. Pero Oscar es sólo un contrapeso en una historia repleta de mujeres poderosas, que bucea en las profunidades de la República Dominicana del siglo pasado y en especial en las aguas negras de la dictadura de Trujillo. El padre del escritor fue policía de aquel matón y tengo la sensación de que el señor Díaz ha superado cualquier tipo de lastre emocional por su pasado familiar.

Así que poco a poco fui entendiendo un lenguaje que era nuevo para mí porque las palabras lo eran y porque la manera de escribir resultaba violentamente diferente. Hasta que bien entrada la noche, que es cuando se me suelen acabar las lecturas, llegué al final con la sensación de que me había divertido y había aprendido algo. Por ejemplo, que el humor aliña bien cualquier historia o el sentido que puede cobrar en una democracia el término cleptocracia con el que Junot define nada más empezar al Trujillato. Además… Si Oscar terminó por rapar con su enamorada, cualquier esperanza parece legítima.

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Una visión afilada de la vida

Sobre el autor

Han sido muchos años en los que me ha tocado ver, leer y escribir de un deporte y de otro, del fútbol a la pelota pasando por el baloncesto y unos cuantos más. Me apetece contar lo que veo, lo que me sorprende y lo que admiro sin tener que pensar en un resultado. Pero no sé si seré capaz de hablar sólo del resto de la vida... Porque hay semanas en las que parece que el mundo entero es un terreno de juego. Veremos.


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