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Fernando Becerril

El bisturí

Demasiados riesgos

La catástrofe de Gijón, la madre de todas las derrotas, está probablemente en el origen de la inseguridad que vivimos estos días en la Real Sociedad. Nuestros jugadores muestran al menor contratiempo una inquietud que parecía desaparecida y nosotros –su gente, su afición- nos pasamos cuarenta minutos con las amígdalas como balones mientras tememos que lo que parecía ganado se nos escurra entre las manos. Es evidente que el castigo de El Molinón resultó más depresivo que motivador. No es raro que nuestros temores estén en este momento por encima de lo que la situación real parece dictar.

Es normal que tengamos dudas porque este equipo no ha alcanzado la línea de regularidad que le permita sacar de una vez la cabeza del agua. Los riesgos existen y no son pocos, pero conviene no confundir la responsabilidad con el miedo. Vamos a tratar de mirar a la cara a los problemas y haremos bien en no exagerarlos como cuando alguien, lo escuché el otro día en una emisora, es capaz de cuestionar el rendimiento de Iñigo Martínez porque llega tarde en la jugada del gol del Betis. Iñigo… Que lleva todo el curso ejerciendo de bombero, que gana nueve de cada diez disputas y que está en el origen del poco fútbol que fabricamos. Desde luego, Iñigo no es ni un problema ni un riesgo. Como tampoco lo es Asier Illarramendi, uno que juega bien hasta cuando no le salen las cosas. Seamos serios.

Porque sí que hay problemas plenamente identificados. El primero, la inseguridad que transmite el grupo incluso después de jugar dos buenos partidos como los que le permitieron ganar al Valencia y le hicieron merecer el triunfo ante el Dépor. Tampoco el mercado de invierno ha servido para equilibrar una plantilla mal construida. La apuesta por Juanmi no fue lo suficientemente decidida. El jugador estaba convencido, el Southampton habría seguramente aceptado una oferta que le hubiera permitido recuperar parte de los siete millones invertidos la temporada anterior, pero la Real cree que es un fichaje que puede esperar al verano. Veremos qué pasa dentro de medio año y si un jugador tan interesante vuelve a estar a tiro.
Eusebio Sacristán cuenta con 23 futbolistas, incluidos Aritz Elustondo y Oyarzabal. Por número parecen suficientes, pero… Tenemos a dos guardametas cedidos, mientras que Bardají y Marcellán no terminan de crecer como convendría que lo hicieran. El entrenador de porteros es un hombre del que todos hablan bien en el terreno formativo, pero que de momento parece verde para que su trabajo se deje notar en un entorno de alta competición.

El desencuentro con Moyes por el nombre del responsable de esta función sigue sin haberse resuelto de forma convincente. Es demasiado fácil hacer coincidir la difícil campaña que está viviendo Gero Rulli con la provisionalidad en el cargo del hombre que le entrena. Demasiado fácil, pero inevitable. El estupendo meta argentino está atravesando la primera crisis de confianza de su corta carrera. No es grave. Les pasa a todos. Razón de más para ayudarle. Por cierto tampoco le ayuda nada que haya quien le silbe cuando no acierta. Uno no se mete con el portero de su equipo. Nunca. Aunque esté mal. Sobre todo si está mal. Que tampoco está tan mal.

O sea que son 23, pero… Tras la marcha de Ansotegi, todavía quedan diez defensas, aunque uno lleva lesionado todo el curso. Héctor parecía una alternativa como interior, pero al final está jugando de lateral ante las lesiones encadenadas de Yuri y De la Bella. En el centro del campo sólo hay un pivote de contención, Markel Bergara. Illarramendi se ve obligado a menudo a jugar de cuatro cuando seguramente estaría mucho más cómodo si al lado tuviera un compañero poderoso, con una salida eficaz del balón y suficiente estatura como para ganar balones por arriba cuando el rival busque a sus delanteros con pelotazos largos.

De los once jugadores que quedan para las seis plazas restantes -nueve si añadimos los tres que deberían estar en un banquillo coherente- tenemos a un Zurutuza, que ha jugado sólo setenta encuentros en tres temporadas y media porque le persiguen las lesiones. Claro que sería un gran fichaje si pudiera jugar los dieciséis partidos que nos quedan, pero no me lo creo ni yo que soy fiel admirador. O sea que no se puede lesionar prácticamente nadie si queremos evitar problemas en la convocatoria.

Disponemos de sólo dos delanteros y Bruma es el único interior que puede desbordar por piernas. Vela quiere, pero no termina de recuperar su velocidad de crucero. Por todo ello parece demasiado arriesgado haber desperdiciado el mes de enero sobre todo cuando Canales ha terminado la temporada y se ha dado salida a Chory Castro y a Oyarzun. Alain tiene seda en su bota izquierda, pero le han subido para nada. Si era una opción para la banda izquierda, el experimento ha salido mal. Si no lo era, si sólo se trataba de mantener cupo de jugadores de la cantera, estaríamos hablando de un disparate.

Estos son los riesgos que acechan a nuestro equipo y conviene tenerlos claros porque la temporada anda torcida desde el inicio, la suerte nos ha dado la espalda y ése es a menudo un factor definitivo en descensos tan improbables como los que sufrieron en su día el Valencia, el Atlético de Madrid o el Villarreal. Sólo sabiendo a qué nos enfrentamos podremos evitar sustos de última hora. Y, sin embargo, después de tanto desastre seguimos teniendo cuatro puntos de renta sobre el descenso y con el actual promedio de puntos es muy poco probable que la historia acabe en llanto.

En cuanto llegue la calma, deberíamos ir a mejor porque este equipo tiene fútbol y a poco que recupere la fluidez, podría volver a ilusionarnos. Con su defensa adelantada, con la presión sobre el campo rival y con la calidad que nos dejaron ver en esa pared entre Oyarzabal y Héctor, su gran centro y el cabezazo del capitán llegando hasta el área pequeña. Existen argumentos para salir de pobres, pero hay que ponerlos sobre el césped y pelear como pelean todos. Si nos creemos más guapos que los demás, un Sporting que lucha a muerte por la vida, te puede pintar la cara. Ya pudimos comprobarlo hace bien poco. Jugando como aquel día no es que corramos riesgos, es que nos estaríamos suicidando.

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Una visión afilada de la vida

Sobre el autor

Han sido muchos años en los que me ha tocado ver, leer y escribir de un deporte y de otro, del fútbol a la pelota pasando por el baloncesto y unos cuantos más. Me apetece contar lo que veo, lo que me sorprende y lo que admiro sin tener que pensar en un resultado. Pero no sé si seré capaz de hablar sólo del resto de la vida... Porque hay semanas en las que parece que el mundo entero es un terreno de juego. Veremos.


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