Dos semanas han bastado para que la sensación de desguace de Gijón se haya convertido en una nueva esperanza. No es que hayamos apagado la sed de tantos meses, pero por lo menos hemos encontrado una corriente de agua. En esta Liga de todos los desequilibrios, pillar a dos rivales de rebajas te puede permitir dar un salto de gigante en la clasificación y cambiar la perspectiva. Está bien. Todo lo que aporte confianza está bien, pero justo, justo estamos sacando la cabeza del lodo. Queda todo por hacer.
En estos quince días con tres victorias lo más dulce son los números, aunque ya sabemos que en fútbol las estadísticas no explican nada. La sustancia hay que buscarla en las formas, en el juego y en ese aspecto hay cosas que celebrar. Lo más valioso es que el equipo se rompe menos por el eje, que empieza a haber gente suficiente por detrás del balón y que los cinco que juegan más adelantados están cada día más comprometidos con la parte oscura del juego, con la presión sobre la salida del rival.
Ver a Prieto, a Vela o a Pardo cubriendo campo y cerrando pasillos al adversario produce una sensación de cambio, de confianza, de seguridad, que nos ayuda a creer que se acercan tiempos mejores. Habrá que ver si esa imagen se consolida con el tiempo, pero de pronto parece posible lo que hace nada se nos antojaba lejano.
Es evidente que la aparición de Vela a su mejor nivel es la noticia de la pasada semana. Le ha costado mucho. Le han llegado a negar la actitud solidaria, más que en las temporadas en las que nos iluminaba con su fútbol, que se le ha visto como nunca precisamente cuando peor le salían las cosas. Ha marcado un gol y ha participado de forma decisiva en otros cuatro en estas dos últimas victorias. Jonathas le agradeció con una reverencia el servicio con el que se aclaró la mañana frente al Granada. La Real con Vela es un equipo temible. Quizás por ello me apetece creer que lo mejor está por venir.
Pero no es sólo el astro mexicano. Además ha asomado Mikel Oyarzabal. No tiene pinta de ser un genio del fútbol, pero aporta frescura, inteligencia y a sus 18 años maneja las distancias como pocos. Siempre sabe que terreno pisa. Si no le volvemos loco, si no nos empeñamos en creer que es Maradona redivivo -que no lo es- nos puede dar muchas tardes felices. Es la presentación más atractiva desde que Griezmann se encontró medio por casualidad en el primer equipo. Otra buena noticia.
Frente a un Granada que arriba tiene pólvora, aunque atrás sea un queso de emmental, la Real supo guardar su parcela y no encajar un gol. Ni siquiera concedió una ocasión en juego abierto. La única vía de agua fueron los saques de esquina porque lanzar un libre directo al larguero tiene poco que ver con la estrategia defensiva. El Granada remató muchas jugadas a balón parado y dispuso de cuatro ocasiones claras en esas acciones. Algo en que pensar en una semana en la que toca visitar San Mamés, uno de los reinos del juego directo y de algunas cosas más.
El descenso se ha alejado mucho, pero no será fácil seguir amontonando victorias en las próximas jornadas con Athletic, Málaga y Atlético de Madrid en el horizonte. Razón de más para intensificar el esfuerzo y las ganas de competir. Ahora no es buen momento para parar. Conviene seguir sumando, aunque somos conscientes de que en Bilbao nos esperan con ganas después de tanto tiempo sin ganar un derbi. Recordarán que el último fue con ocasión del tradicional asalto de San Mamés firmado por Mateu Lahoz. Será un partido de máxima tensión y ya se sabe que Aduriz no sólo te puede hacer gol con soltura, además puede falsificar un penalti y una expulsión. Las trampas son uno, y no el menor, de sus muchos talentos. Kontuz.
Bueno, al menos, la Real llega al derbi sin los agobios que llevaba sufriendo durante todo el curso y parece haber recuperado la confianza que desapareció desde que Griezmann emigró al Manzanares. Han sido casi dos años paseando por la nada. Nos gustaría creer que estas tres últimas victorias son algo más que un oasis, que por fin hemos encontrado agua y el desierto queda atrás.