Se acabó. Se acabó el X BMW HUMMER RAID Marruecos 2012. Cuando liábamos los petates y atábamos las motos a los carros en el Hotel Área 21 de Almería el Gran Premio de Malasia había sido suspendido por la lluvia atroz, la Real derrotada por meliflua, y faltaban unas horas para que el Lagun Aro tejiera leyenda contra el Madrid. En la mañana del domingo 25 desayunábamos porras y café en vaso los supervivientes de una aventura que ha durado casi nueve días y 2.700 kilómetros. Y esos, los oficiales:contando que te pierdes con tu máquina en la alucinante inmensidad de la hamada costrosa y blanca, que vuelves grupas, que te apasionas entre las aguas de un río que hace surgir un palmeral y lo cruzas una y otra vez porque, además, las cámaras de David Carrasco, director de fotografía oficial del Hummer eaid están ahí; contando que avanzas y retrocedes y en Remlia compras muñecas de trapo y arena a las mujeres bereberes; que el fesh fesh cubre tu llanta y tu cámara y un amigo se desvía mientras chuleas y rechuleas entre las dunas, es posible si no seguro que más de uno y de cinco hayan hecho 3.000 o 3200 kilómetros en este raid amateur, el más exigente y provocativo en varias roderas y barrancos a la redonda. Y todo ello mientras la gente del staff coordinaba la salida de Marruecos por otros caminos, vía carreteras y hospitales. de un compañero con las costillas rotas.
Porque hubo abandonos. Hubo bajas. Motos heridas y motoristas rotos. Direcciones aplastadas y dedos que se doblaron de forma inverosímil Es el precio (mínimo) a pagar pues (lo hemos escrito mil veces) desierto te toma enseguida la medida. En 200 metros te pone sus condiciones. O las aceptas o te devora. Hubo abandonos porque el desierto no es solo fina arena. Hay piedras, hay matorrales duros como las rocas. Hay zarzas que se te enredan en los radios de las ruedas. Hay tormentas. Niebla. Bruma. Zanjas. Desniveles, rodadas de otros pilotos… El desierto es un monstruo vivo. Y te cobra por pisar su piel milenaria. Hubo abandonos. 45 pilotos empezaron el raid el 17 de marzo en el puerto de Almería. 25 liaron sus petates y ataron las máquinas a sus carros el domingo 25.
Pero nadie se sintió derrotado. Cayéndose, rompiéndose, perdiéndose, hundiéndose en la arena uno aprende. TODO: a manejar el bellísimo asunto de la presión de las ruedas, ejercicio de extrema sutileza: altas para los pedregales, bajas sobre el polvo del desierto; se aprende a que tu equipación ha de ser la mejor: aquí lo básico puede matarte. Su aprende a rodar como hacen los hombres del desierto: ellos no atraviesan terrenos por donde no se puede pasar y además es imposible: los bordean, rodean, esquivan o esperan a que la arena se asiente o el agua (en el desierto llueve…) la apelmace.
Se aprende mucho en un raid. De navegación, rumbos y brujuleo. De cómo analizar un track e interpretar la pantalla del gps. Se aprenden un puñado de palabras imprescindibles: inercia, decisióon, velocidad, puño abierto 8pero poco, 60 km/h bastan). Se aprende a llevar la mochila camel bag llena siempre de agua. A no separarte de tu grupo. Descubres que el sabor de la arena que te entra por la garganta es distinto al del fesh fesh y no se parece en nada al gusto ácido de algunas plantas que, lechosas y afelpadas surgen entre los riscos ni huele como la nieve volcánica de la Alpujarra.
Aprendes tanto que no te consideras vencido aunque vuelvas a Nador en taxi, la moto arrastrada por tu asistencia en carretera. Viniste, rodaste, supiste. Supiste que ese Marruecos el interior, el bereber, el hasta ayer abandonado, despierta. Lentamente, a un ritmo que tal vez exaspere a más de un europeo. Pero despierta. Entre otras cosas porque saben que nosotros necesitamos medirnos continuamente, desafiarnos, penetrar mundos que para sus habitantes son los lógicos, los reales y para nosotros misterio, imposible a vencer y locura magnífica.
Liamos los petates, cargamos las motos, asumimos la Autovía del Mediterráneo. Andalucía votaba, Marruecos despertaba. Para cuando afrontamos Somosierra el Lagun Aro había hecho ya historia. En las áreas de servicio aún discutíamos si para el desierto, la hamada, la llanada elevada de Rekkam y las montañas es mejor una 450 o una 650. Con preparaciones dakarianas o con prestaciones de serie pero enriquecidas artesanalmente…
Amamos la moto. La aventura. Vivirla y compartirla con vosotros. Ráfagas.