0 horas 12 minutos del lunes 4 de marzo. Los expedicionarios del BMW-HUMMER RAID edición undécima, permanecen en el ahora ya desierto comedor del hotel Kasbah Le Touareg situado al pie de las dunas de Erg Chebib, destino soñado por pilotos, montañeros , ciclistas extremos y iron men & women de todo el planeta, sueño que ha provocado que la población más cercana, Merzouga viva un esplendor turístico y hotelero envidia de medio Marruecos.
Los motoristas del Hummer repasan, subrayan, comprueban, analizan en ese comedor ya a media luz cada uno de los puntos y coordenadas de las hojas de navegación de la etapa que comenzará ocho horas después. Etapa poderosa donde encontrarán piedras blancas, ríos de arena, montañas y dos elementos claves, legendarios y peligrosísimos de este universo de pistas, arenales y torrenteras. No, no se trata ni de zanjas ni de socavones sino del fes fes, ese polvo rojizo suave como si fuera de talco que oculta grietas y cantos rodados; y de la hierba de camello que a pesar de parecer verde y suave es de una dureza extrema y ayer domingo ocasionó más de una rotura de carter, manetas o retrovisores.
Pero el punto más extremo del libro de navegantes no es el 36 que advierte ‘Atención al río de arena en bajada! Dirección 320º’ sino uno algo anterior, el 18 , que ordena seguir la pista hacia el Este dirección Argelia. Dirección Argelia no es lo mismo, tal como remarcaron y remacharon los organizadores, que hasta Argelia. Hace mucho tiempo, muchos años, varias décadas que los 1.700 kilómetros de frontera entre el país donde naciera Camus y este que habitaron Jane y Paul Bowles está cerrada. A cal, canto y fortificaciones militares. Frontera política, frontera natural formada por montañas oscuras. A veces los viajeros, los aventureros pierden el rumbo, les despistan los espejismos de piedra y se internan al otro lado, en la nación de Orán y La Batalla de Argel. O, simplemente, penetran en la zona de seguridad controlada por el Ejército de Marruecos. Mal asunto. Horas de detención y comprobación de papeles. Por eso, Dirección Argelia no debe confundirse nunca con Hasta Argelia aunque dentro de unos días sí navegaremos por la llamada pista prohibida, aquella para la cual solo los más bravos consiguen los pertinentes permisos.
Ayer domingo, los Hummeristas rodaron a lo largo de 400 kilómetros. Algunos de los paisajes que hollaron con sus ruedas de tacos preparadas para ese momento (casi dos kilos de presión en la delantera, más de uno con diez en la trasera) fueron de belleza y antigüedad incalculables. Se atravesó el lecho de un río que dejó de serlo hace milenios y ahora es un lago de piedras arrancadas de montañas que ya no existen por lluvias antediluvianas. Un lecho rodeado, cercado, envuelto por colinas de roja roca caliza cortada en mil formas imposibles por una Naturaleza eterna e implacable.
Y sin embargo, el milagro de la vida aparecía continuamente entre esas gargantas y entre esos cañones a lo largo de más de 20 impresionantes kilómetros. Una vida áspera, agria que reflejaba la atroz lucha por la supervivencia de cientos de criaturas vivas. Había árboles tan retorcidos e inclinados que algunas de sus ramas se hincaban como garras en el pedregal. Había enebros gigantescos de grueso tronco. Romero. Espino. Adelfas, la flor que Aquiles depositó en el túmulo funerario de su amigo Patroclo. Había seres humanos cabalgando sobre pollinos cargados de hierbas duras y leñosas…
Cuando los expedicionarios abandonaron ese paisaje inolvidable, apareció ante sus ojos otro milagro: el del agua que crea vida; vieron unos álamos blancos elegantes y esbeltos que indicaban que por ahí corría un riachuelo. Y donde hay agua hay vida, huertos y poblados. El agua, la gasolina, la arena; las tres pasiones de esta expedición de 20 motos, un camión de 2,10 metros de ancho capaz de maniobrar en caminos de 1,6 y un todo terreno- ambulancia que pinchó dos ruedas en la pista cubierta de piedras como puñales pero llegó a la Kasbah y volverá a rodar dentro de unas horas.