Desembarcaremos en Nador. Habremos cruzado el Mediterráneo desde Almería en un inmenso paquebote cargado de ilusiones y miedos. De gente que va y de gente que vuelve. De cristianos, moros, judíos y ateos. De vascos, andaluces, gallegos y canarios. La organización nos habrá dado las penúltimas (siempre son las penúltimas) instrucciones. Nador es ciudad grande, muy próxima (tal vez demasiado) a Melilla.
Nador crece al ritmo del milagro económico marroquí ( como nos pasó a nosotros en los años 60 del pasado siglo : divisas de los emigrantes, ansias de vivir como elllos cuentan que se puede vivir a este otro lado del mar). Nador tiene un pequeño aeropuerto de precios baratos y delicioso ritmo nada desesperado. En Nador la policía controla las rotondas y suele abrir paso a los europeos locos vestidos como orugas que cabalgan en bichos de carbono y acero.
Dicen que está lloviendo allá abajo, camino de las pistas, el fesh fesh, las dunas y los oueds, los ríos secos. Aunque nunca nos imaginemos un Marruecos envuelto en lluvia, juro, juramos que que entre el Plateau de Rekkam y Talsint (seguna etapa) los dioses lloran incansablemente sobre las caravanas. El agua cae violenta y cruel por las laderas de las montañas peladas y los charcos se convierten en ríos embarrados por donde navegan coches imposibles pilotados por conductores autóctonos que harían un inmenso papel en cualquier rally de montaña nuestro
Dicen que llueve pero ya aprendimos la lección hace unos cuantos BMW HUMMER Marruecos RAID. Sabemos pilotar entre riadas, caernos, embarrarnos y secarnos junto al fuego. Tenemos que llegar el lunes a Merzouga y Erfoud por pistas de piedra y rala vegetación, Merzouga, en Erg Chebbi. ‘Erg’ signifiza región arenosa. Estamos en el Sahara pero el agua corre oculta bajo la tierra y cuando se libra, las inundaciones asolan los pueblos que viven al pie de las dunas.
Lloverá pero en la cuarta etapa (día 20) atravesaremos el desierto hasta Tafroute, un pueblo chiquito donde las casas de adobe parecen colgar de las grandes peñas rosadas. Dormirmos en campamento y la melopea del cántico del muecín nos despertará para emprender la quinta etapa (21 marzo) que nos devolverá a las montañas de arena. Y así pasarán los días, las lluvias y las estrellas. Entre nómadas y bereberes. Pueblos negros y esa camaradería solo posible cuando tu máquina y tú os habéis caído ( y levantado) unas, dos tres veces y alguien te ha prestado los filtros, las bridas o la corona que partiste contra aquella maldita roca.
Lloverá, saldrá el sol y las noches serán hermosamente frías. Siete etapas. Un día atravesaremos el Portal de Belén, donde hay que pagar diezmo si pasar deseas. Otro nos sentiremos pequeños en los desfiladeros. Pero también nos creeremos dakarianos. Nos creeremos habitantes de un mundo sin límites. Nos sentiremos…motards. Rafagas