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Begoña del Teso

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Tramo de concentración de accidentes (ligeros)

La sexta etapa del ya casi legendario undécimo BMW HUMMER RAID empezó  con fuerza  a las nueve horas de este miércoles. Estábamos en Zagora, una de las ciudades imperiales de Marruecos, red de comunicaciones, mercaderes y traficantes de esclavos, situada a unos 500 kilómetros de otro lugar mítico: Tombuctú. Unos cuantos dromedarios ensogados habían tomado la carretera.

Se dirigían, guiados por un descendiente de nómadas a su trabajo cotidiano: pasear turistas que nunca aprenderán a cabalgar sobre ellos. Por eso llevaban silla cómoda, con agarres metálicos y no la autóctona de pieles y mantas de color arena y azufre. Un bereber negro, descendiente de (esto les gustaría saberlo al Tarantino de Django y al Spielberg de Lincoln) de los esclavos africanos que escapaban aquí de su destino y se refugiaban en las cuevas del Atlas, vendía reproducciones artesanales, muy artesanales de la muy icónica furgo Volkswagen y del Toyota Land Cruiser 3000, invencible  en terrenos de cabras montesas. Artesanales, aun con el olor de la pintura fresca en su carrocería de madera pero con innovaciones no de serie como ese snorkel imprescindible en terrenos de cabras montesas para filtrar arena y fósiles.

La sexta etapa (quinta si no contamos la de las verificaciones del 1 de marzo en Almería) comenzó a toda potencia cuando la pick up Toyota Hillix 4D4  conducida por Haziz, guía bereber de la expedición y líder de la agencia de aventura Nomad Travel y con Hassan, uno de los grandes exploradores de la zona, como copiloto abandonó la carretera y se internó por una pista rápida seguida por una veintena de motos que a duras penas mantenían su estela pues la camioneta avanzaba a 80,100, 120 y subiendo mientras sus ocupantes aprendían cómo actuar con el volante y el cambio de marchas cuando te encuentras con dos  baches  paralelos: frenas en el primero y vuelas sobre el segundo consiguiendo que los habitantes provisionales de la cabina salten hacia el techo y luego,por pura ley de la gravedad, desciendan a sus asientos  antes de entrar en otra zona ondulada sobre la que darán, contados, cinco, 5, botes seguidos.

Volvíamos al refugio de Marabout, con su duna dorada al fondo a la derecha. Allí tendría lugar un repostaje a la brava: sobre la cubierta de la pick up unos cuantos bidones verde camuflaje y rojo pasión/peligro cargados hasta los topes de gasolina que se trasvasaba  a cada moto, entre ellas esa GS 800 que muchos creen demasiado grande y pesada para la arena, el barro y las pistas olvidando que está perfectamente compensada para afrontar eso y más. De todo eso hablábamos mientras recordábamos  las (ante)pen)últimas lecciones de pilotaje extremo recibidas estos días y en otros Hummer Raid. La primera podría expresarse sencillamente con un ‘Ante la duda, gas’ pero hay quien lo hace de manera menos sutil y más feroche: ‘ Culo atrás, gas y un Padre Nuestro’. Sirve esa oración y ese estilo tanto para el barro como para la arena y la pista. Hablamos también de que hay momentos cuando el manillar sirve de poco porque son las caderas y la pelvis las que  ajustados movimientos  (re)sitúan  y dirigen la moto. La tercera teoría (comprobada) es  más que radikal ( con c o con k) pero funciona para la supervivencia: si te ves cayendo, abre gas.

En Marabout habitan bellísimos escarabajos/panzer de irisada coraza y entre la artesanía en venta el viajero descubre alacranes tejidos  con perlas negras y rojas. Mientras repostábamos y mirábamos a tanta criatura fantástica, los guías se mantenían en contacto vía onda media, corta y larga con unos cuantos informadores situados estratégicamente en las colinas, los puentes y las terrazas de adobe. Debíamos saber cuánto había crecido el río que hay que cruzar para llegar a Remlia, ese vivac donde te reciben con frutos secos, allí donde la Coca Cola sabe como no sabe en otro lugar. La fórmula secreta es siempre la misma pero el agua,ay el agua, cambia tanto de un mundo a otro! Los informadores de nuestra caravana comunicaban ahora que el oued era transitable por motos todo terreno. Pero a los pocos minutos advertían de su crecida y  su ímpetu destructor. Parecía que haríamos noche junto a escarabajos y alacranes pero intentamos aprovechar un descuido de las aguas. Mientras rodábamos hacia el (no) puente vimos palmerales encharcados y huertas anegadas. Al llegar a la (no) orilla descubrimos un par de camiones, variados ciclomotores y varios viajeros atrapados.

Caminar sobre las aguas es privilegio divino; abrirlas lo fue de Moisés. Las motos con tacos se encuentran a veces con imposibles. Por lo tanto, el convoy dio un giro y  tomó camino al Portal de Belén cuzando a tope de revoluciones, el motor muy alto, la pedregosa aldea de Tafraute, tan orgullosa ella de ser  Comunidad para el Desarrollo Rural. Había que llegar a los bordes del Valle del Tuareg antes de que el torrencial  río cubriese  el  cauce de arena. Si no lo pasábamos en seco habríamos de pernoctar en el Riad del Nómadae, construido sobre un risco.

Lo logramos. No sin coste. El trecho de tierra blanca con costra oscurecida por el barro y los siglos pareció durante kilómetros esos lugares que la DGT denomina Tramo de Concentración de Accidentes. El Nissan de reconocimiento y enlace reventó una de sus ruedas y partió sus tuercas de sujección. Una Challenge hubo de cambiar la cámara de su neumático en vivo, a una segunda le falló el  fusible de su electroventilador y a una tercera la temperatura de su agua  aumentó tanto que humeaba por las junturas de su ajustado carenado. Pero pasamos. Pero arreglamos. Pero llegamos a la carretera y entramos agotados, felices, en Erfoud. Comimos (más bien merendamos) en el Dakar. De postre, inmensa, sabrosa, naranja de Marruecos espolvoreada con fina canela.

A la  1:57 del  jueves (hora de Marruecos y de Canarias) los expedicionarios duermen. Han cenado y escuchado música bereber en el salón. A las 9.00  (hora de Euskadi, París y  Munich, casa central  de BMW) comienza el curso de pilotaje en dunas. Los aventureros  repasan, dormidos, algo que oyeron ha tiempo: lo más importante es saber por dónde entrar a la colina de arena. Y para bajar de su cresta, algo que parece incongruente pero resulta contundente…abrir gas!