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Begoña del Teso

Gasolina, agua y arena

Ya sonó la hora de la nostalgia

Ya estamos en casa. Ya llueve en Donostia. Una lluvia diferente a la que allá abajo enfurece los ríos y hace sacudir las orejas a los zorros del desierto. Ya bajamos las motos de los carros. Motos polvorientas, orgullosas. Motos a las que les falta un cacho de pantalla, o vienen con las estriberas torcidas. Motos supervivientes. Ya estamos en casa.  Abres los petates y la ropa está cubierta de fes fes. Los vuelcas y todo huele arena. Ya nos atacó la nostalgia. Ya somos felices en el recuerdo.

 

Felices recordando tanto y cuánto. Cómo paramos en Náquera, Valencia. En el restaurante, arrocería, asador Bon Paladar. Tres formas distintas de cocinar el arroz tuvimos el placer de conocer: paella de langosta, típica paella valenciana de pollo y conejo, y ese arroz del señoret, ese en el que las gambas están peladas, los mejillones sin concha y el emperador sin espinas para que el ‘señorito’ no se nos manche las manos ni se nos canse. Tres arroces, tres puntos de cocción y en los tres, el toque radiante del azafrán. Bebimos, claro. Una botella de tinto La Malkerida, llamada así en homenaje y reconocimiento a la uva con la que ese vino está elaborado, la Bobal, típica de la población de Utiel que hasta hace nada, hasta que no la reivindicaron un grupo de enólogos jóvenes y frescos, fue despreciada y ninguneada.

 

Comimos, fumamos, bebimos y brindamos mientras veíamos pasar bellos vehículos participantes en una  carrera de coches clásicos. Robamos naranjas. Naturalmente. De naranjos pequeños situados a pie de camino. Estaban ácidas. Pero eran nuestras naranjas. Fuimos subiendo. Por Teruel, que sí existe y es hermoso y agreste. Llegamos muy en la noche. Y de pronto fue lunes y ya estábamos aquí. Los macutos deshechos, las motos aún con costurones.

 Las ruedas de las máquinas de los amigos heridos aún en el carro. En el camino, los expedicionarios del XI BMW HUMMER RAID se intercambiaban mensajes y whatsapp. Así nos enteramos de que a los hummeristas canarios les habían recibido como héroes, con pancartas en el aeropuerto de Gran Canaria. Ya estamos en casa. Hemos traido piedras del desierto. Hemos aprendido que si entras con tu moto en una rodera será mejor que no intentes salir porque si lo haces, te caerás.

 

Ya estamos en Donostia. Subimos parando en restops que prometían la mejor tortilla de la galaxia pero servían el peor café del inframundo. No nos importó. Llevábamos en los labios el sabor del té a la menta y a esos cafés con un poco de leche con los que puedes pasarte las horas muertas (pero vivas) en una terraza frente a la estación de autobuses de Talsint. Llegamos. Cansados. Felices. A ratos decíamos que había sido muy duro. Reconocámos haber llorado. De impotencia.  Diminutos ante la grandeza del desierto y la belleza del amanecer. Llegamos y somos felices de haber vuelto De haber logrado lo logrado. Tristes porque, lógico, en el tú a tú con los escarabajos del desierto, los ríos de piedra, las crestas de las dunas, habíamos llevado, muchas veces y por pura justicia poética, las de perder. Llegamos.  Ahora entendemos la locura de Lawrence de Arania. Ahora comprendemo por qué aquellos que viven rodeados de viento enloquecen. Ahor que leemos nuestros periódicos echamos e falta la sección de los diarios marroquíes donde aparecen las horas de las  cinco oraciones del día. Recordamos las risas cómplices de las muchachas del instituto de Midelt cuando veían a  la pareja del raid pasear vestidos los dos de ‘romanos’ (coraza, botas de enduro, pantalones de moto) cogidos de la mano. Chicas valientes y rebeldes las de Midelt, con vaqueros y la cabeza tapada de tal manra que no era signo de sumisión sino de rebeldía y pertenencia a un mundo en marcha.

 

Volvimos a casa y volveremos al desierto.  Mientras tanto, recordamos a quienes nos han acompañado en el blog, los creativos chirenes de No Line,  los sabores de Arzak Bokados, los buzoneadores de  Serdist.  Al amigo que  nos ayudó cuando escribíamos desde una loma en un ordenador con todas sus órdenes en portugués; ese amigo que acaba de recuperar su scooter macarra robado por ser negro y callejero. Y recordamos de quiénes son las fotos que hemos subido: Joselu Azanza, Jan, Tony Vázquez, Asier Gil,  Iñigo Zabaleta… No olvidamos nada. Porque esto no ha sido un espejismo sino la gran aventura.  Compartida con vosotros