Para comunicarse lo mínimo en China hay que aprender algunas palabras. Allí no hablan inglés y si uno no chapurrea el idioma británico es mejor memorizar algunas en chino. Por ejemplo, para caer bien al entrar a un restaurante, tienda, mercadillo -todos en edificios de varias plantas y cada tienda de unos 12 metros cuadrados de espacio- se dice ‘ni hao’ (nijao). Muchas gracias es ‘xie xie’, como suena. Cerveza es ‘piyo’. Con los dedos de una mano de pide el número. Adiós es ‘tai chie’. Agua: ‘xuee’.
Es lógico que la gente sólo hable su idioma. Lo que no es tan lógico que es que hoteles de cinco estrellas los camareros y camareras no tengan ni idea de palabras tan clásicas como ‘water’ (agua), ‘bier’ (cerveza), ‘spoon’ (cuchara), ‘fork’ (tenedor) aún más teniendo en cuenta que para comer ponen palillos y no todos saben usarlos. Es sencillo si te lo enseña gente como Mikel Plazaola, tenor y solista del Coro Gaztelupe, que ha recorrido media Asia en viajes de aventura. Hablando de hoteles, os hago una recomendación. No vayáis a los mejores, con más estrellas y más modernos, porque están alejados de las zonas de esparcimiento. Por ejemplo en Beijing y Shanghai. Es mejor buscar y alojarse en hoteles pequeños y menos estrellados pero cerca de los sitios más turísticos, porque en ambas ciudades el tráfico es caótico, con atascos desde las 9 de la mañana hasta las 8 de la tarde y los traslados son insufribles.
Por ejemplo, si uno quiere ir en taxi o en el autobús contratado desde, pongamos, Donosti a Hondarribia, tardará más de una hora. Cruzar cualquiera de las dos ciudades es una agonía. Así que lo mejor es tener cerca las terrazas de bares, los restaurantes chinos, los masajes de pies, las tiendas para turistas y para chinos y otras ofertas tradicionales.
Los precios son baratos. Comparados con los que padecemos aquí. Un euro son 8 yuanes. Una ‘piyo’ cuesta 3 yuanes y son de medio o un tercio de litro. Más ligeras que las nuestras, pero muy fáciles de beber. Un té verde, la especialidad, cuesta 5 yuanes. Lo mejor es que te echan en la jarra las briznas de té directamente y hay que dejarlas que se posen para disfrutar de una sabrosa y tonificante bebida. Un recorrido en taxi de media hora cuesta 50 yuanes. Algo más de seis euros. Son taxistas eficaces y honrados. Lo mejor es enseñarles en chino dónde queremos ir, por medio de una tarjeta (del hotel por ejemplo) o publicidad del lugar elegido, porque no hablan más que chino mandarín.
Es mejor llevar euros y cambiarlos allí mismo. Se puede hacer el cambio en el mismo hotel, pero también en los bancos ú oficinas de cambio. La paridad es igual para todos, así que nadie puede ‘bañarse’ al cambiar dinero. Es más caro cambiar en el aeropuerto, así que mejor hacerlo en el hotel. Suelen tener máquinas automáticas para hacerlo. Metes los euros que quieras y te salen los yuanes correspondientes. Todos los billetes tienen la efigie de Mao Tse Tung. Si no es así, es de otro país, que algunos vendedores callejeros te meten en las vueltas de tu billete bueno y la compra del paraguas, el sira o los abanicos te pueden costar diez veces más si no miras que los billetes tengan la cara del líder chino antes de entregar tu dinero al vendedor.
En el próximo comentario os hablo de la comida, el masaje de pies, el rico y barato tabaco chino y algo más que se me ocurrirá. Os dejo, como de costumbre, algunas fotos de la vida china. Primera, una insólita imagen de Beijing, sin tráfico. Son las 7 de la mañana. Después, una tienda de condimentos, un bar con música en director (grupo rockero filipino), una vendedora ambulante en el parque del Palacio del Cielo pequinés y, finalmente, el famoso malecón de Shanghai, donde están todos los rascacielos de las grandes empresas.