Dos tradiciones chinas, entre otras muchas, son el pato laqueado, especialidad gastronómica, y el masaje de pies, realizados por jóvenes muchachas. Las dos merece la pena probar cuando uno o una va a visitar China.
La comida china, que apenas he probado en Donostia porque sencillamente no me gusta, me ha parecido deliciosa en aquel país. Creo que los platos y la forma de cocinarlos son diferentes. Allí mucho más sabrosos. Por ejemplo, las verduras, hechas al vapor, muy finas; el arroz, muy suelto; la ternera agridulce, muy sabrosa y suave; las algas y las setas, sencillamente exquisitas. Los platos los sirven todos casi a la vez, colocándolos en la mitad de la mesa, sobre un cristal circular que gira. Cada comensal va sirviéndose de cada plato en una especie de juego a ver quién es más rápido el coger su ración mientras el cristal gira… Lo malo de este sistema es que se come demasiado rápido, no hay tiempo para la charla tranquila ni para contar historias o anécdotas, porque como no espabiles igual te quedas sin comer o cenar… Curiosamente no conocen el rollito de primavera ni el arroz tres delicias… El pato laqueado lo presentan en salsa, fileteado en pequeños bocados. Resulta suave, tierno y jugoso. Sabrosísimo. Merece la pena pagar un poco más y darse ese gusto gastronómico.
Hay, claro, puestos callejeros que hacen al momento unos pinchos morunos a la brasa de cualquier cosa: pescado, insectos, culebrillas, cordero, conejo… Ellos sí que los degustan y consumen, pero no vi a nadie del grupo pararse a comer un pincho de esos.
El masaje de pies estaba incluido en el programa del viaje. Se ofrecen en locales bastante grandes. Uno de ellos anunciaba en su fachada ´zhudao´ que supongo será algo en mandarín, pero que de entrada nos hizo reír. Esos locales disponen de varias estancias pequeñas con dos asientos reclinados. Yo fui con Mikel Plazaola. Te aposentan dos chicas, te piden que te descalces y esperas. Al rato llegan con un caldero de madera en cuyo interior hay una bolsa de basura, nueva por supuesto, llena de agua caliente. Piden que introduzcas los pies y ya sientes cierto alivio, sobre todo si te has pasado el día recorriendo lugares turísticos. Las chicas te masajean los pies, con cierta fuerza. Como si quisieran soltar la musculatura… o los huesos. En un momento dado, te pasan el nudillo del dedo corazón por la planta del pie. Si detectan que tienes una contractura, una distensión o lo que sea, prepárate. Te lo van a solucionar, pero pasas las de Caín, porque aprietan con fuerza hasta deshacer el nudo o el bulto o lo que sea. Luego es un alivio… Dura algo menos de una hora, cuesta unos 15 euros (120 yuanes) y sales que podrías bailar rock durante una noche entera… Merece la pena.
También hay masaje corporal, por unos 20 euros. Hay que ducharse y ponerse unos calzoncillos de papel negro. Echado en una cama, una chinita te masajea con aceite desde el cogote hasta los tobillos. Excepto entre la cintura y el comienzo de los muslos… Por los dos lados, solamente que la espalda agradece esa profesionalidad y te deja como nuevo. Por delante te masajea el estómago unos minutos, lo que parece que facilita la digestión y el tránsito de alimentos. Aunque no sentí nada más que pánico a que se me escapase una `puskarra´ en semejante lugar, impoluto y aseado como debe ser un centro de masaje terapéutico.
Si eres fumador/a China es el lugar ideal, porque permiten fumar en todos los bares y restaurantes. En algunos, en un espacio determinado, pero al menos no tienes que salir a la calle a echar el pitillo. El tabaco es barato, sabroso y aromático. Rubio. Un paquete cuesta entre 50 céntimos y 5 euros. Pero este es el de lujo. Uno normal cuesta euro y medio. Muy rico. Si lo compras el el `dutyfree` del aeropuerto cuando regresas a casa, te sale aún más económico.
Os dejo algunas fotos de menús y restaurantes chinos donde comimos el grupo del Coro Gaztelupe. Y cómo le quedó de bien a Mikel Plazaola su pie derecho tras el masaje…