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Mikel Soro

El Coro Gaztelupe por el Mundo

Las bellas Montreal, Quebec y Ottawa

El inicio del desplazamiento fue especialmente turístico, por las ciudades más bellas del este canadiense. El viaje comenzó el martes 14 en el aeropuerto de Loiu, donde cogimos un vuelo a Munich. Comimos en sus instalaciones, salchicha y cerveza, claro, y a media tarde nos subimos a un 747 de Lufthansa para viajar hasta Montreal, la famosa sede olímpica del año 1976, que hizo mundialmente famosa a la gimnasta rumana Nadia Comaneci. Curioso incidente: nada mas despegar, una azafata tira media bandeja de zumo de naranja sobre Pepe Castillo. Le indemnizan con 20 euros para la tintoreria… Llegamos ocho horas después. Damos una pequeña vuelta, tomamos unas cervezas y hasta el día siguiente. El miércoles visitamos la ciudad en bus. En la explanada del Chalet de Mont Royal (Montreal en inglés) había una pianista y el coro canta ‘Boga Boga’ acompañado al piano por Luis Aranalde. Muy bonito, mejorado por el sol y por las vistas. Esta es la foto.

Por la tarde, desplazamiento a la bellísima y francófona Québec. Nos maravilló su vieja ciudad amurallada, declarada  Patrimonio Universal. Todos cenamos en sus acogedores restaurantes. El vino, carísimo.  Un tinto normal, 50 dólares canadienses, unos 35 euros. Más el 15% de propina. Pero felices. Había una fiesta callejera de alto copete, para jóvenes, al lado del hotel. Nos quedamos un rato a verla… y enseguida a a dormir. Porque el jueves madrugábamos. A las 6 de la mañana. Nos íbamos a Tadoussac. Tres horas de bus para ver las ballenas que van al estuario del río San Lorenzo después de comer. Como curiosidad, al final cruzamos en ferry porque no hay carretera en el fiordo de la ruta. A medio camino paramos para ver la catarata de Montmorency, de 83 metros, con vistas espectaculares a través de un pasillo. Demasiado bus para este plan porque ballenas vimos muy pocas. Cenamos en Québec y la camarera, Emilie, que nos atendió a Mikel Plazaola, Jesús Irigoyen, Imanol Petrirena, Jayo, Vicario y a mí, hablaba castellano perfectamente. Abajo, imagen de la parte vieja de Quebec.

El viernes 17 nos desplazamos a Mont Tremblant, una zona de esquí para ricos (como nosotros). Antes paramos en el poblado indio de los hurones. El buen tiempo seguía reinando y el sol hizo que fuese una visita atractiva. A la hurona le cantamos Boga boga porque nos sentó en unas traineras utilizadas por sus antepasados. Eso decía… En el camino paramos a comer en la Cabaña de Azúcar, donde nos mostraron el método para extraer el jarabe del arce, el árbol nacional canadiense. Lo probamos y lo aprobamos. Muy sabroso y sano. Comimos en una cantina gigantesca. El coro cantó ‘Festara’ de despedida y los clientes aplaudieron y fotografiaron al otxote atónitos por lo bien que sonó. Al bus otra vez. Llegamos a Mont Tremblant, cenamos en una terraza y nada más. No tenía especial atractivo… Cosas de los tour-operadores.

El sábado 18 nos dirigimos a la capital, Ottawa. Paramos en el parque Omega, donde hay animales sueltos: jabalíes, osos, búfalos, castores, alces… En la imagen, Irigoien da una zanahoria a un cervatillo mientras Jota Jota le acaricia el lomo. En la capital canadiense comimos de buffet, bien, y luego tomamos una cerveza en una terraza. Muy animado todo, claro, junto al mercado viejo. El coro hizo un ensayo en el hotel y Salva sacó su jamón (que pudo pasar porque estaba al vacío y se lo dijo a la agente de la aduana) y su vino. El resto, a ver la ciudad. Por la noche, gintonic (ni parecido al de aquí) en un local gigantesco de cuatro o cinco barras y música, llamado El barrio irlandés, con ambientazo. Y a dormir.

El domingo 19 realizamos un crucero por la región de las Mil Islas, en el río San Lorenzo, frontera con Estados Unidos. Precioso, soleado. Hay 1.800 islotes, que son tales si tienen al menos dos árboles. Algunos, tan pequeños que apenas cabe una especie de caseta, en la que si sales medio dormido te caes al agua. Otras tienen hasta un castillo, como el que construyó un muntimillonario, el dueño del hotel Waldorf neoyorquino, para su esposa. Entre ellas está el puente internacional más pequeño del mundo. Une dos islitas entre EE UU y Canadá y mide tres metros. Comida buffet en un txiringo de allí (flojo por cierto) y salida hacia Toronto. Os muestro una imagen del castillo gubernamental de la capital.

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La perfecta comunión entre música y turismo

Sobre el autor

Este blog es un espacio donde relatar los viajes que realiza alrededor de todo el mundo el coro de cámara Gaztelupe para ofrecer conciertos y actuaciones acompañados siempre por muchos aficionados a la música coral. También se recogerán aspectos curiosos de los países y ciudades que se visitan así como lo más relevante de su gastronomía. Todo acompañado de textos y fotogravías a cargo de Mikel Soro, periodista de 'El Diario Vasco' que acompaña al coro en sus viajes para luego contarlo en el periódico y en este blog de diariovasco.com


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