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Mikel Soro

El Coro Gaztelupe por el Mundo

Mariscada en el puerto de San Francisco

La gastronomía turística de Estados Unidos no da mucho de sí, aunque hemos probado carnes exquisitas y hamburguesas tiernas y fiables. Por unos precios asequibles. Pogamos 15 euros, cerveza (enorme) o copa de vino de California (nada barato) incluídos. Pero lo que nos llamó la atención a todos los viajeros fueron los puestos callejeros en el muelle 92 (famoso Pier 39) de San Francisco, a donde nos llevó el programa de viaje realizado impecablemente por Iñaki Inciarte, de la agencia de viajes Best Travel donostiarra. Es una zona exclusivamente turística, llena de restaurantes especializados en pescado y mariscos, pequeñas tiendas, entretenimientos… Casi al final del paseo, en un recoveco tranquilo de barcos de vela y motoras de pesca deportiva, hay una zona de puestos callejeros donde se puede, y debe, degustar marisco. Unos ‘crabs’ (cangrejos gigantes), o sea, txangurros, que los tienen allí recién pescados, frescos, vivos. Los cuecen según lo piden los clientes. Hasta te enseñan los que hay y te dan a elegir.

Un cocinero, mexicano en nuestro caso, se encarga de esa labor. Tiene delante un gigantesco puchero de acero, donde hierve el agua constantemente. A su lado, una bandeja de txangurros, o cigalas, o langostas, o bogavantes… Tú eliges. El precio está en una pizarra. Nos decidimos Jesús Irigoien y yo por un txangurrito para los dos. “¿Les gusta este?” nos pregunta el amable mexicano. Vale. Al pozo hirviente. Le da vuelats con un salabardo metálico. Tiene varios bichos dentro. “No se acerque, que es peligrso”, me advierte cuando me acerco a husmear y hacer fotos. La verdad es que aquello es como la caldera de Pedro Botero. Nos ofrecen bebida, que hay que comprarla al lado. Cerveza. Es la una del mediodía y hace calor. Perfecto para tomar el aperitivo en la calle. El cocinero-cocedor saca nuestro txangurro y lo trocea. Patas, interior, tenazas. Dos cuñas de limón. Bandeja de plástico y a zampar.

Exquisito. Solamente con sal, sin limón, aunque hay diversas salsas que se pueden añadir a la carne tersa, blanca y prieta del txangurro. Zurrupamos las patas, las tenazas, sorbo de cerveza americana Bud. Sin respirar. Al lado unos clientes mexicanos, recién salidos de una película de narcotraficantes, por su aspecto amenazador, pregunta por las ‘misheras’. El cocedor se las enseña, las alaba, les anima y las vende. Unas cuantas. Nosotros, a lo nuestro. Croch, croch, ñam, ñam. La gente pasea, los niños lloran (¿querrán también marisco callejero?), unos tipos con sombrero vaquero (guiris seguro) nos miran con envidia. Una pareja de japoneses se acerca, nos ve, miran al mexicano y le piden otro txangurro señalándonos el nuestro. Bueno, los restos.

Nos relamemos, nos limpiamos con decenas de servilletas que tienen allí mismo, nos refrescamos con el papelito húmedo en limón y pagamos. Todo, menos de 20 dólares. Unos 15 euros. Vaya aperitivo. No hace falta explicar que el marisco del Pacífico es de lo más apreciado en Estados Unidos. La oferta en la costa oeste es suculenta y sus precios más que accesibles. Estos txiringuitos tienen dentro unos comedores de alto nivel: mantel planchado, cubiertos con clase, vajilla fina y un servicio amabilísimo. Normal: trabajan gracias a los turistas.

Nos vamos a dar una vuelta para hacer tiempo para comer. Son las 2 de la tarde. Vemos un restaurante. Preguntamos. Una sopa de marisco ‘a la americana’. Con pescado, txangurro, gambas, langostinos… para dos. Suficiente. Con vistas al pequeño puerto deportivo. Ni paseo ni gaitas: a comer. Un acierto. 20 euros por persona, copa de blanco del valle de Napa cercano incluída. Mirad las fotos y no os extrañéis de que la boca se os haga agua. Lo recuerdo y aún segrego saliva y jugos gástricos… y Jesús Irigoien, también.

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La perfecta comunión entre música y turismo

Sobre el autor

Este blog es un espacio donde relatar los viajes que realiza alrededor de todo el mundo el coro de cámara Gaztelupe para ofrecer conciertos y actuaciones acompañados siempre por muchos aficionados a la música coral. También se recogerán aspectos curiosos de los países y ciudades que se visitan así como lo más relevante de su gastronomía. Todo acompañado de textos y fotogravías a cargo de Mikel Soro, periodista de 'El Diario Vasco' que acompaña al coro en sus viajes para luego contarlo en el periódico y en este blog de diariovasco.com


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