Desde que Angela Merkel puso “los riesgos del cambio climático” en la agenda del Consejo de Seguridad el año pasado –y Merkel manda mucho—, parece que se debate de forma mucho más inclusiva y relacionada de temas como el medio ambiente, el hambre, el desarrollo y los conflictos.

Porque la raíz de muchos  conflictos, pasados o presentes, está en lucha por los recursos naturales. Y la falta de recursos, el deterioro del medio ambiente, el hambre, la pobreza son fuentes de conflicto. Especialmente si convergen, como ahora es el caso.

¿Y qué tiene que ver todo esto con el cambio climático? Casi 1.3 billones de personas han sido perjudicadas directamente por la sobreexplotación agrícola o degradación de los suelos, la deforestación y la sobrepesca. Millones más sufrirán directamente a causa de la subida del nivel del mar por el calentamiento rural y para millones más el agua potable será un lujo al tiempo que sus ríos y sus lagos se secan, y sus formas de vidas con ellos.

Los conflictos por los recursos –y sus raíces— han matado ya a millones de personas. Un ejemplo es la paulatina desaparición del  lago Chad, que ha sido una causa de conflicto y violencia en el área, como pueden atestiguar las víctimas de Darfur.

El cambio climático –con la subida del nivel del mar, la aceleración de fenómenos climáticos extremos y la subida general de las temperaturas— no hará más que precipitar y profundizar estos problemas, y los conflictos sucesivos.

Estos días la se han reunido en Roma Consejo de Gobernadores del Fondo de Desarrollo Agrícola (FIDA) y sus socios para hablar de seguridad alimentaria. Hasta Andrea Riccardi, Ministro de Cooperación Internacional italiano, mencionó enfáticamente el asunto.

“El mapa de la Guerra y el del hambre se superponen” y devienen en conflicto y crisis de seguridad, dijo el ministro. “El conflicto es más probable cuando el desarrollo no llega a los más vulnerables. El hambre es la madre de la guerra”.