La Agenda Portátil: una excursión de Ondarreta a Getaria reconcilia con la vida pese a las agujetas / El encuentro de Iñaki Galdos, Rafi Romero, Sémper y Jokin Bildarratz fue mi Champions / Elogio del paisano Aranaz Darrás y mi vecino Xabier Gereño
Cuando llega la Vuelta al País Vasco se desatan los climas extremos. O nieva, como ocurre otros años, o nos abrasan las temperaturas tropicales, como esta semana. Lo mismo nos sucede cada vez que emprendemos nuestra tradicional ruta a pie desde Ondarreta a Getaria: fue hace semana y pico y nos diluvió.
Lo cuento hoy en esta página que quiere ser un paseo intenso por la costa y la vida en días en que nos deja gente que aprecié mucho.
From Ondarreta to Getaria (o así)
Es ya un clásico de nuestras vidas y de esta agenda portátil. A las siete de la mañana de una mañana lluviosa quedamos en Ondarreta un cuarteto heterodoxo que rendimos culto a la amistad y a la aventura txikita en forma de paseo largo: el gran Martin Berasategui, el no menos grande Peio Ruiz Cabestany, el tolosarra Antxon Elosegui (único genio de las finanzas del que me fío) y yo mismo. El también gran/gran Jon Idiakez actuó como coche de apoyo: recoge la ropa seca que nos pondremos al llegar al destino, tras la reparadora cucha en el coqueto hotel Itxas-gain.
Diario de viaje: a las siete de la mañana, Ondarreta. Subimos a Igueldo por el sendero de Errege-enea, siguiendo las flechas del Camino de Santigo costero. Así hasta Orio, donde descubrí el albergue de peregrinos que regenta Rosa Arruti y que se ha convertido en lugar de culto para viajeros de todo el mundo (las alemanas y los australianos cantan en las redes sociales sus bondades).
A medio camino, pincho de chorizo en el hogar del jubilado de la plaza oriotarra (no estamos lejos de poder entrar ahí con todos los honores). Luego, hasta Zarautz, subiendo hasta el camping por la ruta del txakoli. Y después hasta Getaria bordeando el mar, con parada gastronómica final en el Astillero seis horas después de la salida y recena posterior en un Bedua que sigue en forma.
Cada año repetimos la excursión, cada año la cuento en esta página y cada vez que lo hago recibo cartas de lectores que me escriben como si yo fuera un sherpa por tierras guipuzcoanas. Que no, amigos: soy un paracaidista que disfruta de ese paseo por su belleza, por el esfuerzo y sobre todo por el ejercicio de amistad que supone.
En ese itinerario desterramos malos rollos y nos prohibimos hablar mal de los otros, ese deporte universal: sólo cultivamos la buena onda y volvemos a casa, casi 24 horas después de la salida, cansados, felices y con las pilas de vivir cargadas. Perdonen la repetición, pero como las reposiciones televisivas de Pretty woman, siempre funciona en audiencia. Eso compensa las agujetas.
Cómo reunir a cuatro políticos y no aburrir
El martes pasado me tocaba función de ‘Keridos Monstruos’ a la misma hora en que el Real Madrid jugaba uno de sus partidos del siglo. ¿Qué hacer frente a la competencia de Xabi Alonso? ¡Una tertulia alternativa!
Reuní a cuatro políticos que se salen de la norma, gente fiel a su ideología pero con la mente abierta: el ‘popular’ Borja Sémper (ése al que la gente dice como elogio que «no parece del PP»); la socialista Rafi Romero, el diputado Iñaki Galdos y Jokin Bildarratz, Kennedy de Tolosa.
Ofrecieron un ejercicio perfecto de tolerancia (lástima que la palabra esté tan gastada) y un ejercicio de convivencia amable por encima de las ideas (lástima que el término convivencia se haya utilizado también en demasiados carteles). Hablamos de la vida y de la política, que deberían ser sinónimos pero pocas veces lo son: los profesionales de lo partidario acaban hablando más de lo suyo que lo nuestro.
La sorpresa vino al día siguiente. Resulta que la gente vio al Madrid, sí (así lo dicen las audiencias) pero hay una inmensa minoría que busca caminos alternativos y encuentra su ‘Champions’ en cuatro tíos con mando en plaza que hablan como personas normales. Qué bien.
Paco Aranaz, mi paisano; Xabier Gereño, el vecino
Siento la muerte de Paco Aranaz Darras como la dolorosa desaparición de una forma, clásica y moderna a la vez, de ser donostiarra. Era uno de esos comerciantes cargados de ideas siempre dispuestos a inventar algo por el bien común: participó en la creación del Festival de Cine, su galería de arte fue pionera en la exhibición de las vanguardias y de su mente salían siempre propuestas para dinamizar la ciudad. Hasta el final: me solía enviar al periódico cartas manuscritas con sugerencias para Tabakalera, los festivales o la capitalidad cultural.
Era un moderno vestido de dandy, o viceversa. Cultivé su amistad porque resultaba un placer escucharle. Me enseñó en secreto el Palacio de Ayete cuando aún era un edificio poblado por los fantamas (él lo redecoró cuando lo recuperó el Ayuntamiento), me mostró papeles secretos con la contrahistoria de Donostia y me sorprendía ofreciendo un punto de vista distinto a los clichés de Donostia. Brindaremos por ti, Paco.
Ayer también conocí la muerte de Xabier Gereño, uno de los escritores más vendidos de las letras en euskera. En mis tiempos de estudiante, cuando viví en Deusto, Gereño era nuestro vecino, puerta con puerta: se comportaba como un tipo exquisito y misterioso a la vez, a medio camino entre sus personajes de novela negra y el botxerismo. Con elegancia bilbaina jamás nos reprochó nuestros excesos nocturnos. Hoy los críticos despiden a un escritor prolífico, pero yo recuerdo al vecino cordial. Elogio a la vida más allá de la muerte.