La Agenda Portátil / Elogio de ‘Los descendientes’, comedia y drama como la vida / La política guipuzcoana tiene algo de ‘Amanece, que no es poco’ / La Copa del Athletic y un vino navarro en Japón
L a vida es una comedia con tintes de drama. O viceversa. Por eso la película ‘Los descendientes’, con George Clooney, arrasa desde hace semanas en cartelera. Hay quien sale del cine pensando que ha visto una obra maestra y quien opina que es un filme sobrevalorado. Pero casi todos coinciden en que se trata de una película profundamente humana. Por eso nos gusta.
Ya saben la historia: en un Hawai más real que turístico Clooney se enfrenta a un grave problema de salud de su esposa y al repentino descubrimiento de las mentiras de su vida. Es una trama tramposa, con recovecos poco creíbles, pero el filme termina despertando tu complicidad hasta la lágrima. Su director, Alexander Payne, filmó hace años ‘Entre copas’, aquella deliciosa ‘road movie’ por los viñedos californianos. Ahora teje esta película que llena nuestro cines, incluido el Trueba, donde uno puede gozar de la versión original. Nunca lo agradeceremos bastante.
Clooney ríe y llora con naturalidad, como sus hijos, en esta historia tan naturalmente humana. Por eso tú y yo también nos parecemos al actor de Nespresso: porque todos, cada día, echamos una sonrisa hasta en el momento más crítico o somos recorridos por un escalofrío de tristeza en la escena más cómica. La película se escora finalmente hacia el dramón. También es así la vida.
(He visto ‘Katmandú’, de Iciar Bollain. Su problema no es que sea mala: lo terrible es que resulta irritantemente mala).
Cómo ser institucional y ‘anti’ a la vez
Gipuzkoa no es Hawai, pero a veces se mueve de la comedia al drama. Estos días resurge el eterno debate: ¿nos estamos quedando parados? ¿Vivimos encerrados con los juguetes de nuestras polémicas mientras avanza el vecino?
Quien vea al diputado general manifestarse frente a los ‘macroproyectos’ o contemple cómo la Diputación convoca un paro contra los recortes puede pensar que, como una Alicia política, ha pasado al otro lado del espejo de la realidad. La esquizofrenia de estas autoridades que por un lado dirigen las instituciones y por otro practican el antisistema parece un gag de ‘Amanece, que no es poco’, la genial y surrealista cinta de José Luis Cuerda.
Si este juego en el que quienes ocupan los despachos son a la vez institucionales y anti-institucionales lo viéramos en Suecia, nos parecería ‘cool’. Pero lo estamos viviendo en Gipuzkoa: otra experiencia más en este paisito en el que creemos haberlo vivido ya todo. Quizás esta mezcla de realpolitik y pancartismo propicie una dieta necesaria tras tanta megalomanía y cemento. Pero corremos el riesgo de forzar demasiado la dieta y quedarnos anoréxicos. O así.
No mires a San Mamés
Borja Sémper dijo en su día que el PNV de Vizcaya nunca hubiese permitido que ‘los otros’ se quedaran con los despachos forales y municipales, como ha ocurrido en Gipuzkoa. Un día de relajación y sidrería se lo pregunté a un gran jefe nacionalista vizcaíno. Y me dijo que Sémper tenía razón.
Pero yo quería hablar del Athletic. Su celebración de la final de Copa ha vuelto a desatar por aquí envidias, comentarios y la resurrección de los clichés. «Qué empuje tienen a ese lado de la autopista», «cómo lo viven», «vaya garra». Lo escuchaba el otro día en mi bar de cabecera mientras veíamos por la tele la celebración en San Mamés, parapetados tras un suave gin-tonic de escepticismo guipuzcoano.
Estamos hartos de la sempiterna comparación. Ese mismo martes, en ‘Keridos Monstruos’, un imparable, iconoclasta y brillante Álvaro Bermejo lanzó un grito de guerra: basta de mirar a Bilbao: «¿Por qué no nos comparamos con Bayona, París o Londres?». Bien está como deseo, pero como recordó el perejil-de-todas-las-salsas Xabier de la Maza, «es cuestión de euros: con quien disputamos presupuestos es con Bilbao, no con Bayona o París».
Unos vinos en Tokio
Lejos de mí el debate, otra vez, sobre los dos lados de la A-8. Disfrutemos de la Copa con el Lagun Aro: el jueves espero estar en Barcelona en el primer duelo; en realidad, confío llegar el miércoles para el ‘japenin’ previo de Miguel Santos.
Así que termino con un chute de autoestima… hablando de cocina, of course. Fernando Berridi, el ciudadano Kane que ahora está al frente de Bodegas Chivite, me cuenta cómo ha alucinado en Japón con el ascendente que goza allá la gastronomía guipuzcoana. Los vinos de Chivite tienen tirón en el país nipón (¡ah, qué imagen tan literaria la conexión entre Navarra y Japón a través del vino: como una novela de Murakami) y la gente de la bodega acaba de realizar un maridaje de sus caldos con la cocina vasco-japonesa.
En Tokio hay un restaurante llamado Zurriola y otro Fermintxo, y el Ola de Osaka o La Fuente de Nagoya saben mucho de cocina vasca. Chefs como Seiichi Onda, Shinya Sakumoto, Yukio Konishi yTakayuki Yamauchi se han formado en restaurantes de Donostia y Hondarribia o en la escuela de Luis Irizar. «En sitios así aprecias el tirón de nuestra cocina… y de nuestro vino», resume Berridi.
P.d. El martes, a las siete y media, grabamos en el Topic de Tolosa un especial de ‘Keridos Monstruos’ dedicado al Carnaval y a la villa. Todo el que quiera ir está invitado: entrada libre. El programa se emite el miércoles. Fin de la ‘promo’.
mezquiaga@diariovasco.com