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Mitxel Ezquiaga

¡Ke paren la rotativa!

El día del libro en una mesilla: 14 títulos que tengo junto a la cama y nunca sabré por qué

Este martes es el Día del Libro. Uno podría ponerse estupendo y reunir aquí las lecturas que cambiaron su vida. Pero prefiero ponerme el pijama y contar algo cercano: el paisaje que diviso desde la cama.

La mesilla: un despertador, una lamparita, una radio y una torre de libros que suele venirse abajo cuando busco, a oscuras, las gafas por la mañana. ¿Qué extrañas razones han reunido ahí una suma tan heterogénea de lecturas? ¡Pero si algunos de esos libros son además realmente malos!

Es el día del libro de mi mesilla. Y ojo: no son los libros que recomiendo. Yo jamás recomiendo libros, películas, ciudades o restaurantes: solo cuento cómo me ha ido con ellos, por si interesa a alguien. Ahí van:

 

1.  ‘Twist’, de Harkaitz Cano. Lo terminé hace ya semanas, pero lo mantengo aquí cerca porque sus páginas aún bullen en mi cabeza. El otro día le escribí un correo al autor, para felicitarle y para contarle el montón de preguntas que aún me asaltan por un libro que se presenta como un «acercamiento» al caso Lasa y Zabala pero es mucho más que todo eso. Potente, río con muchos afluentes, duro, emocionante y hasta irritante a veces, ‘Twist’ fue un acontecimiento cuando salió en euskera y me llama la atención que no haya provocado más ruido en su ‘versión’ en castellano.

2. ‘Irse a Madrid’, de Manuel Jabois. Este libro ha llegado a la mesilla para quedarse: me lo regaló mi hija el día del padre. El gallego Jabois es hoy el periodista de moda en Madrid. Empezó haciendo crónicas locales en la costa de Galicia y ahora hace umbralismo moderno en el foro. ‘Irse a Madrid’ es una recopilación de viejos artículos. Y es el libro que algunos habríamos escrito si hubiésemos cumplido en su tiempo el mandato del título.

(Más:  las ‘Memorias líquidas’ de Enric González también me las regaló mi hija y también me resultan apasionantes en su vivencia escéptica y desganada del periodismo. Pero ya no están en mi mesilla: viajaron a la mesilla del otro lado de la cama y ahí se quedaron. En realidad, el artículo bueno sería contar qué hay en esa otra mesilla, mucho más plural, divertida y valiente).

3. ‘La banda que escribía torcido’, de Marc Weingarten. Es el libro que este mes cita todo columnista que se precie, pero que pocos han leído. Cuenta la gestación del ‘nuevo periodismo’ nortemericano de los Tom Wolfe y compañía, ese que ahora ha quedado tan viejo o que es tan antiguo como el oficio de contar. Lo leo a ratos, como si fuese una asignatura: el tema es apasionante, pero está contado con tantos localismos y cotilleos neoyorquinos que necesitaría a un Joti Díaz de Manhattan para seguir bien todos los detalles.

4. ‘Diarios’, de Iñaki Uriarte. Ya conté aquí mi descubrimiento, tardío pero encendido, de los diarios de este donostiarra-bilbaíno-neoyorquino, tan sutiles: parecen ligeros por fuera y son profundos por dentro, como casi todo lo que me gusta… Leí su primer tomo con la boca abierta y el segundo tomo sorprende menos pero sigue enganchando igual. Este se queda en la mesilla para mis días malos… y para los buenos.

5. ‘Lo que cuenta es la ilusión’, de Ignacio Vidal-Folch. Es también un inteligente y entretenido dietario, o diario, o como se llame esto. Tiene una cosa en contra: llegó a mi mesilla a la vez que Uriarte; otra a favor: se lee con sumo placer.

6. ‘Apenas sensitivo’, de Andrés Trapiello. Un día del verano pasado salía de la ducha de las cabinas de Ondarreta y un señor en bolas me agradeció en tono solemne que había descubierto los dietarios de Trapiello gracias a mis artículos. Siempre tengo un tomo de Trapiello a mano: con el paso de los años da la sensación de que su escritura se ha impostado un poco, siempre tan estupendo, pero lo coges, lees un par de páginas y te reconcilias.

7. ‘Después del terremoto’, de Haruki Murakami. Sí, siempre hay un Murakami a mano. Este es el último y no es de los grandes, pero sus pequeños relatos se leen distraídamente, casi como si fuesen tuits de veinte páginas.

8. ‘La absurda idea de no volver a verte’, de Rosa Montero. Me gustó Montero en su tiempo, me aburrió después y me atrapa ahora la sinceridad con que cuenta en este libro la pérdida de un ser querido. Hay un poco de farfolla en sus páginas, pero lo que de verdad tiene justifica todo lo demás.

9. ‘Conversaciones con Woody Allen’, de Eric Lax. Es el libro que más tiempo lleva junto a la almohada. Nada especial: charlas con Woody sobre sus películas y sobre su vida. Nada más. ¡Pero nada menos!

10. ‘Los años divinos’, de Oriol Regas. El barcelonés y el ‘bon vivant’ que llevo dentro reviven al leer las memorias del animador de la ‘gauche divine’ de la Barcelona de los años regalos. Y además, el libro me lo regaló una estupenda amiga: barcelonesa y también ‘bon vivant’. ¡No se me escapa de la mesilla!

11. ‘Demonios íntimos’, de Xavier Rubert de Ventós. Si ya lo leí, ¿por qué no me quito este libro de encima? Es petulante, una suma de memorias del filósofo, escritor y político catalán donde él siempre queda inteligente y la gente que le rodea queda peor. Pero me seduce, sobre todo, la libertad extrema con que está escrito: siempre hay que tener unos demonios a mano, y más en la cama.

12. ‘Compañeros de viaje’, de Xavier Pericay. Un apunte barcelonés más. Pericay, como su amigo Arcadi Espada, son irreverentes en la Cataluna de hoy. A veces irritan, pero al menos exponen sus cosas con criterio. Pericay cuenta aquí una reunión de intelectuales españoles en la Barcelona en blanco y negro del franquismo. Curiosísimo: una perla.

13. ‘1813, Crónicas Donostiarras’, de José Antonio Azpiazu. Es la cuota donostiarra de la mesilla, y más en un año como éste: una entrenida(y dura) visión de lo que sufrió esta ciudad hace dos siglos.

14. ‘Atados a la columna’, de Amilibia. Y esta sí que es una perversión. ¡Amilibia! El veterano periodista publicó hace años una serie de entrevistas con columnistas de la prensa española. Hay capítulos estupendos (Umbral, claro) y otros sonrojantes con protagonistas poco recomendables. Pero de vez en cuando lo leo. Como un divertimento. Como una rareza.

 

O sea, un caos: el retrato de un paisaje de mesilla con libros, un striptease descarnado. Podía haber metido algo de Thomas Mann o Shakespearse para disimular, pero es todo verité. No me juzguéis: la suma es tan variada y lamentable como el tipo que duerme junto a esa torre de Babel; o sea, yo.

mezquiaga@diariovasco.com

La vida, nada más

Sobre el autor

Curioso. Periodista de El Diario Vasco. Presento 'Keridos Monstruos' en Teledonosti. Ñoñostiarra, ma non troppo: hay vida más allá de la barandilla. O así


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