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Mitxel Ezquiaga

¡Ke paren la rotativa!

Elogio del furgón de cola (también en el maratón)

 

  Siempre me han gustado más los últimos que los primeros. También en el maratón. Este domingo, mientras paseaba por el Antiguo y por La Concha, he aprendido más sobre la gente que si hubiese leído una enciclopedia de autoayuda o las obras completas de Paolo Coelho. Y, yo confieso, me he emocionado en varios momentos mientras un ejército civil, desarmado y desorientado de atletas populares desfilaba por San Sebastián como si no hubiera un mañana.

Siempre me han gustado más los últimos que los primeros. A la hora en que los ganadores de la carrera ya tenían su trofeo, habían hablado con los periodistas y se relajaban bajo la ducha, cientos de corredores se batían aún contra sí mismos, contra el frío y contra el sirimiri. He visto tíos mayores y más bien gordos (para qué usar eufemismos) dar zancadas mientras su mujer les daba gritos de apoyo en una bici. He visto cuadrillas enteras relajar su marcha para esperar al colega de entrenamiento que se había quedado descolgado. He visto una chica de rasgos orientales con apariencia de no poder más pero que avanzaba mirando el reloj conforme a una secreta estrategia. He visto franceses veteranos ir en zig-zag, como zombies, mirando al frente. He visto jóvenes tumbados en el arcén haciendo estiramientos que luego han retomado la marcha. He visto eso que los curas, los psiquiatras y los entrenadores personales llaman “afán de superación”. Pero sobre el asfalto, con sudor y sufrimiento de verdad.

Siempre me han gustado más los últimos que los primeros. Tan emocionante como el esfuerzo de los corredores es el apoyo del público, más intenso y sentimental a medida que pasa la carrera. Porque a todos nos entran más ganas de animar a quienes sufren que a los que van en cabeza. He visto niños corear el nombre de los corredores como si animaran a la Real en una final de Champions. He visto grupos de señoras gritando hasta el último aliento para dar fuerzas a los veteranos con rostro desencajado. Y he visto, sobre todo, una ola de solidaridad que parecía humanizar, para bien, a corredores y espectadores.

Siempre me han gustado más los últimos que los primeros. Sí, tú, que a la una del mediodía aún ibas por La Concha a ritmo tambaleante y no sé si habrás llegado a meta a tiempo o no: el que te animaba como un loco desde la acera, con gorro y bufanda, era yo.

Y es que, ya lo dijo alguien, los ultimos seréis los primeros.

La vida, nada más

Sobre el autor

Curioso. Periodista de El Diario Vasco. Presento 'Keridos Monstruos' en Teledonosti. Ñoñostiarra, ma non troppo: hay vida más allá de la barandilla. O así


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