Vamos a contar una historia que parece de Antonio Mercero. Pero esta vez él no es el director, sino el protagonista. Y a su pesar.
El gran director de Lasarte cumplió el lunes pasado 80 años. Lo hizo rodeado de los suyos, pero probablemente él no supo que celebraba un ‘cumple’ tan redondo: está enfermo, ausente, sin memoria. No importa: en realidad, nosotros somos ahora su memoria; todos los que crecimos acompañados de su talento y de su creatividad tranquila, surgidos desde la tele e incrustados con tanta naturalidad en nuestra vida cotidiana.
Llamo a su hijo, el también director y realizador Iñaki Mercero, otro artista discreto que está detrás de la cámara en series como ‘Allí abajo’ o ‘El príncipe’. «Mi padre está tranquilo, apagándose poco a poco. Su 80 cumpleaños lo celebramos con él, en familia, con la esperanza de que dentro de su mundo fuera consciente de tan señalada fecha», me cuenta.
La última película de Mercero, ‘¿Y tú, quién eres?’, rodada en 2007 precisamente en escenarios como Donostia o Chillida-Leku, hablaba del alzheimer, y es el alzheimer, o algo parecido, lo que le mantiene desde hace años ausente. En 2010 recogió en casa el Goya de honor que le llevó Álex de la Iglesia: la cabeza de Mercero ya vagaba por otros mundos, pero la estampa de esa entrega domiciliaria (en la foto) sigue emocionando hoy.
Mercero es nuestra historia, desde aquellas ‘Crónicas de un pueblo’ de los años oscuros hasta el adolescente ‘Verano azul’ (adolescente para sucesivas generaciones, a fuerza de repeticiones) o la ‘Farmacia de guardia’ que constituyó uno de los primeros éxitos de las cadenas privadas. Siempre triunfó con su cóctel de humor, ternura y costumbrismo, espejo de sucesivas épocas. También en el cine: su ‘Planta cuarta‘, con la lucha de los chavales contra el cáncer, fue uno de los últimos ejemplos.
Una vez le pregunté, con la simplificación que tanto usamos los periodistas, con qué se quedaría de toda su carrera. «Apostaría por ‘La cabina’, y no sólo porque ganó el Emy. Es un programa de 1972 que sigue vigente, mantiene su fuerza y tiene el aire de un clásico», confesó. Y uno, como humilde espectador, lo corrobora. Es como de David Lynch antes de que Lynch hiciera películas.
El realizador ejerció de guipuzcoano en Madrid, con su forofismo txuri urdin y su reivindicación de Donostia que le acabaría valiendo un Tambor de Oro. «Soy cofrade de la alubia de Tolosa, del salmón del Bidasoa, del pintxo donostiarra, del cuto divino de Tafalla y de la federación de cofradías gastronómicas», contaba.
Sus hijos Iñaki y Antonio han seguido sus pasos: hay ‘merceros’ para muchos rótulos de crédito. Zorionak, Antxonmercero: ojalá «dentro de tu mundo» recojas el afecto de quienes fuimos tus espectadores.