¿Qué tienen en común el hotel Monte Igueldo, los cohetes que se lanzaban en Atotxa cuando había gol y las txapelas que se colocan a los ganadores deportivos? Vamos con otra de esas historias que nunca serán primera página… y por eso resultan tan seductoras. Al menos para quien la escribe.
El parque de atracciones de Igueldo es nuestro disneylandia txikito, un hito entrañable en la educación sentimental de sucesivas generaciones de guipuzcoanos. Y ahí está también el hotel Monte Igueldo, que cumple estos días 50 años de existencia. Fue un edificio polémico, obra del arquitecto Muñoz -Baroja, pero pronto se insertó en nuestro paisaje. La semana pasada una fiesta celebró tanto el medio siglo del hotel como el tiempo que llega, porque dicen sus responsables que ese establecimiento está cargado de proyectos.
Fue una fiesta divertida, con la bahía como telón de fondo. Lo dijo con ironía el alcalde, Eneko Goia: «Dicen en San Juan que lo más destacable de San Pedro es que tiene las mejores vistas de San Juan; del mismo modo, este hotel sería lo mejor de Donostia porque es el punto desde el que mejor se ve la ciudad».
El hotel es una atalaya fantástica que ahora se moderniza, pero fiel a su espíritu de siempre. La familia Pascual sigue al frente del parque y del hotel. La directora de éste último, Marymy Pascual, contó en la fiesta que había investigado quién fue el primer cliente del hotel hace medio siglo. Y ahí está la noticia doméstica: asegura que fue Patxi Alcorta, el legendario donostiarra que tantas cosas inventó, desde los cohetes que se lanzaban en Atotxa para celebrar los goles de la Real hasta el imponer txapelas a los ganadores de las pruebas deportivas. (Queda como recuerdo la foto de aquí arriba, en la que puede verse a Patxl Alcorta, a la izquierda, charlando con José María Casado, primer director del hotel).
Según Pascual, Alcorta fue entrevistado en directo por la radio para contar sus sensaciones esa noche inaugural. Cuando le preguntaron qué veía desde la habitación dijo que era «como estar un crucero divisando la ciudad más bella del mundo». Maite Alcorta Arzak, hija de Patxi, asistió a la fiesta de aniversario y pudo saludar a su primo, el cocinero Juan Mari Arzak.
(Alcorta regentó durante años el bar Iru Txulo, de la calle Puerto, un lugar que fue epicentro de gentes del deporte y la cultura. Patxi Alcorta, según escribió Javier María Sada, hacía todo con un sello especial y llevó sus típicas txapelas por el mundo entero. “¿Puede haber alguien, con edad para recordarlo, que no recuerde las txapelas del morrosko Urtain y sus rivales, las de Zatopeck, Abebe Bikila y todos los ganadores del cross de Lasarte, las de… ¡Hasta varias Olimpiadas y el Cross de las Naciones de Vichy llegaron a conocerlas! ¡Y qué decir cuando las utilizaron, en señal de protesta, los atletas negros que participaban en las Olimpiadas de México”, decía Sada).