Yo he visto cosas que vosotros no creeriais. He visto al Papa abrazado con Gadafi mientras decenas de personas bailaban un chotis alrededor. He visto un puñado de Davides de Jorge haciendo de Robin Fud, un Martin Berasategui que daba la mano a miles de personas (como el real) y un Beslusconi que perseguía neskitas con un mando a distancia que asomaba por en la bragueta.
Yo he visto cosas que vosotros no imaginaríais. Una tribu de seguidores del Athletic que en la tercera cerveza gritaba Aupa Real, como leones amastrados; un alcalde al que llaman Kennedy vestido como un hippy y pidiendo paz y amor, o peace and love, como un Lennon del PNV; y chinos de todos los tamaños y colores bailando zortzikos.
He visto arlequines y folklóricas, ladys Gagas aún más disparatadas que la original, pitufos de cualquier color menos el reglamentario azul, euskal musicales de plumas y txapela y un alto cargo del Gobierno Vasco con chilaba.
He viajado en un tren al que subían, en cada parada, dráculas, pollos y monjas con barbas. He comido en un restaurante donde la gente entraba vestida de discreta ñoñostiarra y salía envuelta en túnicas de vivos colores. Y sobre todo feliz.
He ido a una plaza de toros donde no sonaban pasodobles, sino la música incansable de las txarangas, y tipos vestidos de fraile, de árabe o de Xabi Prieto saltaban sobre las vaquillas.
He visto cosas que vosotros no creeríais. Y es que he estado en Tolosa el domingo del Carnaval.
Este lunes o martes abandona a tu pareja, deja tu trabajo, haz chicarra en la uni o finge un catarro. Coge el tren, vete a Tolosa y vive la fiesta como si fuesen tus últimas horas en el paraíso.
El miércoles llegarán la ceniza y la cuaresma.
O sea, la puta vida.