La Agenda Portátil: el sms enviado (y respondido) a Ernesto Gasco, las dos décadas de Elorza y el complejo de Edipo y Martín Lasarte no habla francés
Hace sólo una semana la Real se jugaba seguir en Primera a vida o muerte: ahora nos parece que ha pasado a un siglo. Se ha salvado la Real, hemos condenado a los infiernos a Martín Lasarte, Donostia y los principales municipios de Gipuzkoa buscan alcalde, el territorio espera diputado general… Todo cambia menos el obispo. La eternidad lleva otro ritmo.
Hay una partida de mus (política) en marcha
Vamos a la última hora y a lo concreto. Ayer a mediodía mandé un mensaje de móvil al socialista Ernesto Gasco. «¿Vas a ser alcalde de Donostia?», le pregunté escueta y directamente. «Todo depende del PNV», me respondió. Gasco quiere ser alcalde pero depende de la gran partida de mus que los partidos van a desarrollar ante nuestros ojos hasta el 11 de junio, fecha de constitución de los nuevos ayuntamientos.
Le conozco bien: desde párvulos hasta COU fuimos compañeros de aula en Mundaiz. En los años de bachiller era pecero, compraba Mundo Obrero y estaba al cabo de la calle de la intrahistoria partidaria de Madriz. Luego salió de todos los armarios: se hizo socialista, asumió de manera militante su condición homosexual y apostó por la acción política. En sus años de edil y de viceconsejero ha combinado la praxis eficaz con la teoría del progre de izquierdas. El martes estuvo en Keridos Monstruos y desató pasiones, a favor o en contra. No pasa inadvertido.
La candidatura de Gasco a la alcaldía donostiarra es la última escena de una inesperada película que comenzó el domingo, cuando el tsumani Bildu echó por tierra los pronósticos. Las encuestas no habían previsto semejante avalancha de votos hacia esas siglas. Alguien ha dicho que Bildu es la manifestación en Euskadi del movimiento de los indignados. Esa coalición ha recibido el voto de lo que llamábamos izquierda abertzale y de sus partidos coaligados, pero también de la gente harta «de todo esto», o sea, los bancos, los partidos, el sistema o como quieras llamarlo. Y, of course, de quienes creen que esta ola lleva a la paz.
El tsunami ha transformado todo. Gipuzkoa es el territorio de lo sobrio pero también el sitio donde uno de cuatro votantes apuesta por la rebeldía bildutarra (y tres de cuatro votantes se inclina por la moderación, repone mi sociólogo de guardia).
¿Qué va a pasar tras la ceremonia de los pactos? Mis gargantas profundas me piden que nadie se fíe de las dos semanas de negociaciones que ahora se abren: va a ser una representación en la que nada terminará siendo lo que parece. Gipuzkoa puede terminar gobernada por Martin Garitano, el periodista reconvertido en político , el hombre que ha dado entrevistas en el bar Luis del Antiguo y que quiere trasladar su despacho provisional de la terraza del Aspaldiko, el bar de mi barrio, a la planta noble de la Diputación. «No somos antisistema y la gente no tiene nada que temer», repite Garitano. Cerca, Markel Olano espera en el banquillo por si acaso.
En Donostia el duelo sigue también abierto. Juan Carlos Izagirre, el igeldotarra de Bildu, ha sido la lista más votada, pero Gasco (e incluso Eneko Goia) pueden terminar como alcaldes al frente de un pacto de circunstancias. La partida de mis sigue abierta.
«San Sebastián c’ est moi»
Lo definitivo, por ahora, es la salida de la alcaldía de Odón Elorza, el tótem que nos ha gobernado los últimos veinte años. Elorza merecía una salida mejor, porque ha sido un buen alcalde. El problema es que no supo retirarse a tiempo.
Yo estaba como Tribulete en el Ayuntamiento en junio de 1991 cuando fue elegido alcalde en una sesión tumultuosa y al frente de un complicado pacto. En aquel ambiente guerracivilista parecía improbable que Elorza pudiese gobernar, pero luego ha llevado el bastón de mando durante dos décadas respaldadado por amplias mayorías. Deja un San Sebastian sensiblemente mejor, más moderno y menos rancio, aunque al final terminara contagiando a su gestión las virtudes y rarezas de su propio carácter. «San Sebastián c’est moi», parecía decir el odonismo. Y los donostiarras terminaron con complejo de Edipo: todo lo que pasaba en la ciudad era culpa o gracias al alcalde.
Dicen gargantas rocosas que hace un par de años se le propuso desde su partido dejar la alcaldía en manos de Ernesto Gasco para vivir una transición suave que pusiera fin a su etapa (la etapa más larga de un alcalde en San Sebastián al menos desde la reconstrucción de la ciudad, salvo que algún Sada me corrija). Elorza siguió porque estaba ilusionado con el 2016. Al final no se sabe qué alcalde irá a Madrid a defender ese proyecto a finales de junio. (Curiosa la maldición del 2016: los alcaldes de Córdoba, Las Palmas, Donostia y quizás Zaragoza no podrán saborear el trabajo invertido en esa carrera).
Todo está sobre el tapete. También más alcaldías, como la de Tolosa Dice el chiste que aún no se sabe si su alcalde será Joki n Bildarratz… o Bildurratz.
El gentleman de Montevideo (y 2)
También hemos dicho adiós esta semana a Martín Lasarte, ese gentleman que ha acrecentado su leyenda con la forma tan caballerosa de decir agur. Quizás haya mejores entrenadores, pero será difícil encontrar mejores personas.
De momento la directiva de la Real busca por Francia. Aseguran que Raynald Denoueix, viejo amigo, da pistas en la búsqueda: no es mal sherpa. La directiva de Jokin Aperribay ha hecho hasta ahora casi todo bien y el relevo de Lasarte es su primer tour de force ante la opinión pública. Que acierte… por la cuenta que nos trae.