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Alexis Algaba

La bola entró

Tras Nadal…el vacío

Las primeras jornadas del torneo masculino de Indian Wells han mostrado bien a las claras dos cuestiones. La primera, que con Nadal el tenis vuelve a acaparar las miradas de los espectadores españoles y que tras varios meses en el limbo mediático para el gran público (a excepción de la final de la Copa Davis), el deporte de la raqueta vuelve a ser un tema de conversación habitual tras la vuelta del manacorí. La segunda cuestión es sensiblemente más negativa y grave para el tenis estatal, y es que tras disputarse las dos primeras rondas de primer torneo donde juegan los mejores del mundo tras el Open de Australia, nos encontramos que sólo dos de los 32 hombres que se mantienen en el cuadro son españoles. Repito, sólo 2 de 32. Rafa Nadal y Nicolás Almagro tienen la papeleta de mantener a la hasta hace poco “armada invencible” entre los mejores del mundo en el primer Master 1000 del año.

Quizá sea casualidad, quizá tras la temporada sudamericana de tierra a los españoles les cueste más adaptarse al cemento, pero lo que nos viene a demostrar este tipo de resultados es que el desierto en el que se puede encontrar el tenis nacional de aquí a tres o cuatro años es de similares características al árido terreno californiano donde se disputa el torneo de Indian Wells. Puede que sea exagerado decirlo, pero tras Nadal el tenis español se puede encontrar un vacío que será harto complicado llenar, con la consiguiente perdida de aficionados y fans de este deporte -uno de los más completos y sufridos que existen-.

Es innegable que la actual hornada de tenistas españoles es la mejor que de la que ha disfrutado este deporte y será un verdadero reto para los técnicos nacionales el poder siquiera igualar los éxitos cosechados en la última década. Pero también es innegable, que el calor de estos éxitos debería fraguar una nueva generación de luchadores con raqueta dispuestos a dar continuidad a los títulos logrados por los Nadal, Ferrer, Ferrero o Moyá, e intentar que este deporte no se convierta en residual durante unos largos años. Claro ejemplo de ello ha sido el tenis femenino, que tras la retirada de estrellas nacionales como Arantxa Sánchez-Vicario y Conchita Martínez, lleva casi dos décadas tratando de buscar un nuevo rumbo, aunque parece por fin encontrar la solución a esa sequía en las manos de Carla Suárez y de las guipuzcoanas Lara Arruabarrena y Garbiñe Muguruza.

Más de 28 años de media

Pero la realidad del tenis masculino es bien distinta. No se aprecia mirando al horizonte -repito, salvo estallidos de talento imprevistos-, que pueda haber un nuevo tenista español que no se apellide Nadal, Ferrer o Almagro entre los 20 primeros. Dos datos refuerzan la tesis. La media de edad de los tenistas españoles en el top 100 supera los 28 años, de modo que muchos de ellos desaparecerán de la clasificación en menos de cinco años. En estos momentos hay 14 tenistas españoles entre los 100 primeros: Ferrer (30 años), Nadal (26), Almagro (27), Verdasco (29), Granollers (26), López (31), Andújar (27), Bautista (24), Gimeno-Traver (27), Ramos (25), Robredo (30), García-López (29), Montañes (32) y Ramírez-Hidalgo (35). De ellos más del 80% han tocado techo en el mundo del tenis y si miramos los 100 siguientes en el ranking, sólo vemos a un jugador por debajo de los 24 años, que no es otro que el también guipuzcoano Iñigo Cervantes (23), al que las lesiones están lastrando este año su entrada en el top 100. Si queremos encontrar esperanzas más abajo, deberíamos fijarnos en el años atrás denominado “Niño Prodigio” Javier Martí (21) y en Roberto Carballés Baena (19) que se encuentran rondando el puesto 300 del ranking ATP.

El segundo dato irrefutable es que en estos momentos el 25% de los jugadores que se encuentran entre los 40 primeros tiene menos de 24 años, y entre esos tenistas que dominarán el deporte de la raqueta a medio plazo no se encuentra ningún español. Cilic, Raonic, Nishikori, Dolgopolov, Janowicz, Dimitrov, Paire o Tomic son los nombres que tendremos que pronunciar en los próximos años en las fases finales de los torneos, si para entonces a alguno les interesa escucharlos. Todavía las luces de alerta no son rojas, pero el ambar comienza a antojarse corto si sólo seguimos deleitándonos y felicitándonos de los títulos sobre tierra y los records de Nadal.

Porque solo la bola amarilla tiene la razón

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