Stepanek y solo Stepanek. Está claro que su nombre explica la victoria de la República Checa en la final de la Copa Davis a domicilio ante Serbia, en lo que se convierte en el doblete para los checos que han logrado dos ensaladeras consecutivas. Ya se refirió el técnico José Mourinho a él el pasado año tras perder el Real Madrid en Sevilla, poniéndolo como ejemplo del esfuerzo de un deportista en jugar tres días consecutivos con 34 años y del hambre por ganar que tiene Radek siempre. Un año después, los calificativos pueden ser similares. Stepanek abrirá, con todo merecimiento, los periódicos de su país mañana y recibirá elogios por su admirable profesionalidad, estado físico y talento innato para el deporte de la raqueta.
Radek no ha hecho una gran temporada este año, eso es una evidencia, pero encaró 2013 la campaña marcando en rojo las citas con su selección en la Davis. Una planificación ejemplar en pos de conseguir ensaladeras que le mantengan como héroe para los niños de su país. Y por segundo año consecutivo lo ha logrado. Esta temporada acabará el año por debajo del puesto 40 en el ranking individual y entre los 8 primeros del ranking en dobles junto a su pareja el indio Leander Paes, pero se ha convertido en un ídolo para la posteridad. Ha perdido más partidos individuales de los que ha ganado en este 2013 en el circuito ATP, 15 victorias por 16 derrotas. Los últimos meses los ha dedicado a mejorar ese aspecto en el singles disputando torneos Challenger para coger la forma a sabiendas que recaería sobre él la responsabilidad de ser el segundo representante de su país para la final del torneo ante los serbios y buscando también que el capitán, Jaroslav Navratil, no tuviera dudas en que debía ser él y no Lukas Rosol (gran temporada la suya) el acompañante principal de Tomas Berdych en la final. Por ello, desde finales de agosto y hasta el torneo de Maestros de Londres solo disputó un partido de dobles, con Berdych ante los argentinos Berlocq y Zeballos en semifinales de la Davis. Mientras, se adjudicó en la segunda mitad de septiembre dos torneos challenger en singles en pista rápida cubierta. 10 partidos y 10 victorias. Después, se fumó el Masters de París para concentrarse solo en la final de Belgrado. Fue el primero en plantarse en la capital balcánica y ha sido el último en salir de ella, a hombros, y con todos los focos sobre él, algo que le encanta a el Gusano.
Su tenis ha sido consistente y su planteamiento, ejemplar. El primer día trató de poner en aprietos a Novak Djokovic, pero tras ver que el serbio se llevaba el primer set, se dejó ir. No era su batalla, sabía que llevándose los otros dos puntos que iba a disputar tenía más que suficiente para revalidar el título. Y como caída del cielo, la inspiración no le ha abandonado en los últimos dos días de la final. Voleas maestras, globos, derechas y reveses paralelos a las líneas y bolas a los pies en el encuentro de dobles. Un guion bien aprendido y dispuesto a las mil maravillas sobre la cancha. Un 10.
Pero nada de esto hubiera sido posible sin otros factores clave en esta final. Por un lado, el apoyo de Tomas Berdych, ‘el mejor estilista dentro y fuera de la pista’. El tener un tenista top 10 en el equipo te garantiza, al menos, un tanto -a no ser que la eliminatoria se dispute ante España con Nadal y Ferrer sobre la cancha-. Berdych ha jugado muy serio esta final. Quizá también se dejó ir ante Djokovic y no concretó las opciones que tenía de poner al número 2 del mundo en más aprietos cuando pudo. Eso sí, el resto de la final la ha bordado. Firme junto a Stepanek en el doble y sencilla victoria ante Lajovic el primer día. Otro día en la oficina que dirán algunos.
Errores serbios
Pero una final la juegan dos conjuntos, no solo uno, y aunque parecía que todo para Serbia estaba de cara (disponían del jugador más en forma del circuito, un gran doblista y jugaban en casa), todo se ha venido abajo con una serie de errores y casualidades fatales. Mirándolo ahora fríamente, es inexplicable que los serbios no eligiesen disputar la final sobre una pista más lenta como podría ser la tierra batida. Echando la vista atrás, en 2009 la República Checa se llevó una paliza por 5-0 en la final ante España sobre tierra batida con los mismos protagonistas por el bando checo. De hecho, esa eliminatoria ha sido la única en la que la pareja Stepanek-Berdych ha perdido el partido del dobles. Sobre esa superficie Djokovic ha vencido este año en Montecarlo y ha llegado a semifinales de Roland Garros, mientras que los checos no tienen resultados reseñables este año y el juego de estos -muy dependiente del servicio- se desactivaría en buena medida sobre polvo de ladrillo. Decisión incomprensible, aunque supongo que los serbios la tendrían muy estudiada.
Quizá la peor noticia para ellos llegó con la lesión de Janko Tipsarevic, digno colofón a la dramática temporada del filósofo de la raqueta. Una lesión en la pierna le dejó K.O. tras pasar por San Petesburgo y no ha levantado cabeza desde entonces. A esta eventualidad hay que sumarle la sanción de 12 meses del TAS a Viktor Troicki (top 50) por no entregar una muestra de sangre solicitada durante el Masters de Montecarlo. Fatalidad total para la segunda y tercera raqueta del país. No quedaba otra que recurrir al siguiente jugador con mejor ranking, Dusan Lajovic, que no ha ganado un partido ATP en su carrera y que este inicio de temporada había sido investigado por un posible caso de amaño de partidos tras perder en Viña del Mar ante el 920 del mundo, el chileno Christian Garin. Lajovic no ha dado el nivel suficiente para disputar esta final y ha lastrado el resultado de su selección.
Un resultado que se presumía lógico el viernes. Djokovic ganaría sus dos puntos y Lajovic los perdería. Por tanto, indispensable disponer de los mejores para el partido de dobles. Y cuando todo el mundo creía que Nole saldría a la pista con Nenad Zimonjic para disputar ese punto, el capitán Bogdan Obradovic decidió mantener al Ilija Bozoljac. Es difícil saber como se fraguó esta decisión, si Djokovic tuvo algo que ver o si él mismo se borró del cartel, pero la dupla serbia apenas sirvió de sparring para Stepanek y Berdych, dueños y señores en el Beogradska Arena, cancha con un espectacular ambiente pero lejos de la atmosfera que se puede vivir en un partido de basket del Partizán en la Sala Pionir. Al final, 15 sets, 9 para la República Checa, 6 para Djokovic, y la ensaladera que volverá a Praga.