Hay tenistas que se pasan buena parte de su carrera -incluso toda ella- sin hacer ruido. Sin molestar a los grantes tenistas del momento, a los número 1, 2 o 3, y pasando por los torneos acumulando pocas rondas finales y cayendo en cuanto se enfrentan a un cabeza de serie. Jugadores que encuentran en los campeonatos menores, los ATP 250, el único nicho donde se sienten capaces de conseguir ganar un título. Donde se erigen los poderosos maestros de la raqueta por una semana ante otros que todavía no han podido alcanzar esa clase media del tenis y que se puede ubicar entre el puesto 35 y 80 del ranking. Son tenistas que tienen talento para la raqueta (si no sería imposible estar en el top 100 en este deporte) pero que llevan un lastre casi ‘de serie’ cuando se enfrentan a tenistas mejores que ellos. Hasta que llega ese momento que lo cambia todo, algo que ha entendido muy bien el reciente ganador en Montecarlo, Stanislas Wawrinka.
Más de 12 años peleando como profesional de la raqueta, para en cuatro meses ganar los títulos más importantes y la mitad de dinero que lo que llevaba conseguidos en su camino en la ATP. Más de una década en la sombra, hasta poder llegar a sentirse inexpugnable sobre una pista cuando nadie se lo esperaba. Stan siempre ha pertenecido a la clase media del tenis, pero sus últimos logros nos demuestran que la clase media también tiene la oportunidad y el talento para poder cambiar el orden establecido. Wawrinka lo está poniendo todo patas arriba y debe aprovechar su momento para poder mantenerse un tiempo en la cúspide.
La situación es atípica, sí. En un deporte caracterizado por las eclosiones a muy temprana edad, Stan ha roto moldes. A los 20 años, cuando los Nadal, Djokovic, Murray etc. ya rondaban las posiciones cabeceras de la clasificación, Wawrinka entraba a duras penas entre los 100 primeros del ranking. Hasta 2008 no se asentó entre los 30 primeros, hasta que encadenó dos grandes actuaciones de manera consecutiva sobre tierra. Primero en el Conde de Godó, donde llegó a semifinales ante David Ferrer, y posteriormente en el Masters 1000 de Roma, alcanzando la final ante Novak Djokovic, tras dejar en el camino a Murray, Ferrero y Marat Safin. Pero esa puerta del top 10 que alcanzó en 2008 se volvió a cerrar y no volvió a enfrentarse a ella hasta cinco años más tarde.
Por el camino, nadie se acordó de Wawrinka. Con solo cuatro títulos ATP 250, los puntos apenas le llegaban para entrar entre los 30 mejores del mundo. Sin hacer ruido y con un peso insuperable en la mochila. El de ser suizo. Ser la sombra de Roger Federer no es sinónimo de ser el siguiente. Nunca es fácil compartir el tiempo con un genio, y menos si ese genio es el mejor tenista de la historia y el ídolo en tu país de origen donde el mundo bebe los vientos por él. Además, tener que cubrir el vacío que Roger ha dejado habitualmente al ningunear la Copa Davis tampoco ha ayudado a que Stan fuera un referente en las pistas para el público suizo. Pero todo cambió en 2013 con dos momentos clave. El primero, el inenarrable partido de octavos de final en el Open de Australia ante Novak Djokovic. Wawrinka cayó en el quinto set por 10-12 pero comprendió que sus golpes ya no estaba tan lejos de los más grandes.
El siguiente paso fue la aparición del extenista Magnus Norman en el banquillo del suizo. El coach sueco comprendió que los mimbres estaban ahí y la cuestión era pulirlos, sobre todo el aspecto mental del deportista, tan necesario en un deporte como el tenis. El efecto fue inmediato. Final del Masters 1000 en Madrid y semifinal en el US Open. Nadal y nuevamente Djokovic privaron a Stan de los títulos, pero el suizo se plantó entre los 8 mejores para disputar la cita de Maestros. Maestros, una palabra que le ha dado alas a Stan. Se plantó a comienzos de año en Australia y ganó después de 14 partidos a Novak Djokovic y después de 12 derrotas también a Rafa Nadal para hacerse con su primer Grand Slam y romper la marca de que en los últimos 35 Grand Slams, solo Del Potro había conseguido en el US Open de 2009 arrebatar un trofeo a los cuatro magníficos (Federer, Nadal, Djokovic y Murray).
Y la semana pasada llegó a Montecarlo y lo volvió a bordar. Llegó a la final y venció a su maestro Roger Federer once enfrentamientos después y con el número tres del circuito en juego. Ahora él es el número uno suizo y lo demostró sobre la tierra monegasca consiguiendo su primer Masters 1000. De momento, además, también encabeza con 500 puntos de diferencia respecto a Djokovic la clasificación del año y sus ganancias esta temporada ya superan los 3,3 millones de dólares. Su revés a una mano (el más bonito del circuito junto al de Richard Gasquet) fluye como nunca y él flota más ligero sobre la pista. Veremos donde coloca su techo y si tras doce años de carrera ha venido para quedarse entre los mejores. Con 28 años, ‘Stanimal’ ha llegado para romper el orden establecido y demostrar que hay tenis más allá de los cuatro magníficos.