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Alexis Algaba

La bola entró

Pero, ¿de quién es este carro?

España es un país de carros. Que si voy con la selección de fútbol cuando va bien, que si la de baloncesto puede ganar el mundial y me apunto, que si con Nadal no perderemos nunca una Copa Davis, que si ahora Fórmula 1 por Alonso y que si Marquez gana MotoGP. Existe la suerte de que el seguidor medio encuentre, dentro del libro de la época dorada del deporte español (del que el masculino va ya por los agradecimientos y el femenino acaba de arrancar su primer capítulo) siempre alguien acostumbrado a salvar un fin de semana que se presentaba desastroso. Esta vez ha sido Alberto Contador el que ha eclipsado una semana de humillaciones deportivas (salvando la clasificación de la selección española de fútbol femenino para su primer Mundial, que apenas ha pasado de una breve reseña en las sobrepobladas páginas masculinas sí).

Pero ahora mismo, tres meses después de arrancar un verano ilusionante existen tres carros casi huérfanos en el deporte español, tanto por los deportistas que lo integraban, como por los seguidores que lo impulsaban. A la sombra de un proceso secesionista latente en España como es el catalán (ojo, no quiero decir que una cosa tenga que ver con la otra, solo que coinciden en el tiempo), el fútbol, el basket y el tenis acaban de arrancar su vía crucis en busca de una nueva confianza en el pueblo y una nueva ilusión para los propios deportistas, ahogados por el éxito en muchos de esos casos.

El fútbol ya ha vivido el paso a un lado de Xavi Hernández, su tocayo Alonso, los pasos rotos de Piqué y alguno más que se ha cansado de remar cuando la corriente favorecía y ahora que ha cambiado el viento prefiere verlo desde la barrera o sin que le sea un incordio en su vida normal. Y el capitán que se estrelló con la supernave sigue a los mandos aunque se pidiera la cabeza de los responsables. Pasó el calentón y nadie se muestra presto a manejar el carro. Ahí está, comenzando a enmohecerse. Ordeñado hasta la extenuación (y menos mal que no se tuvo que pagar nada en caso de que ganaran el Mundial).

En el basket el esperpento ha sido supremo. La mejor selección de la historia  ha permitido días antes de un partido de cuartos de final de SU Mundial y ante SU gente creerse por encima del bien y del mal desde la falsa humildad de mencionar el manido ‘partido a partido’ (repulsivo hasta la saciedad) y dando libertad a que jugadores y técnicos abandonaran la concentración para sus quehaceres personales. Incapaces de estructurar y mantener un compromiso de quince días y trabajar para conseguir un éxito ante su público. Todo bajo una batuta desordenada y superada y sin que una semana después nadie se haya responsabilizado de ello y haya perdido su puesto de lujo. De ese carro hasta el año que viene ningún aficionado medio se acuerda.

Y la tercera y mayor muerte de éxito, la del combinado español de Copa Davis. Tras 19 años, España ha bajado de categoría en la Copa Davis y el próximo año no luchará por la ensaladera, sino por ascender al Grupo Mundial nuevamente. Aquí, aunque el resultado es vergonzoso, el mar de fondo que ha provocado esta situación no permite que el análisis pueda ser del todo acertado. Pero sí que al menos hay dos cosas claras. Por un lado, en la eliminatoria por la permanencia nos venció Brasil, con su mejor jugador como número 83 del mundo, o lo que es lo mismo, con una docena de jugadores españoles con mejor ranking que él. Y segundo, la falta de compromiso absoluta y flagrante de muchos jugadores. Está claro, muchos de ellos se enfadan cuando se les llama y al final juegan Nadal y Ferrer los individuales. Pero ha sido bonito ganar cinco Davis y aparecer en esas fotos. Lo difícil es que cuando Nadal está lesionado y hay que ir al otro lado del mundo para jugar una eliminatoria por la permanencia aparezcan todos esos cansancios que hacen que el seleccionador no sepa hasta cinco días antes con quién puede contar para esos partidos. Sin poner en duda que los Ferrer, Feli, Verdasco o Robredo estén cansados, su decisión de dejar en la estacada a su país cuando más les han necesitado hace clamar al cielo. Cada uno a su carro, que para eso es un deporte individual.

Contador, de momento, ha sido capaz de arrastrar esos tres carros con su maltrecha rodilla ganando la Vuelta a España, compromiso con quien le paga y con su público. Veremos hasta donde llega. En Ponferrada, en el Mundial ante su público en dos semanas parece que no va a estar…

 

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