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Lourdes Pérez

La mirada

Lugares comunes (a evitar en el nuevo año)

1.- ‘Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades’: No todo el mundo tenía las mismas, ni todo el mundo hizo como si no viera las limitaciones de su economía doméstica. En todo caso, hay ya demasiada gente mal viviendo por debajo incluso de las posibilidades que atesoraba en 2008, cuando estalló la crisis, como para que la frase se haya convertido en una convención que quizás ayude a explicar el pasado, pero no a afrontar un presente y un futuro con las expectativas vitales tan recortadas. La incógnita es si encontraremos un lugar confortable entre el consumismo desmedido y el ascetismo calvinista alentado por una Angela Merkel alérgica a (mal) gastar en algo.

2.- “No hay otra alternativa que hacer lo que hacemos”: Puede, especialmente cuando lo que ha de hacerse viene forzado por las instituciones europeas y pesa tanta mala conciencia sobre la imprevisión económica de los años de vacas gordas. Pero es esa convicción de que las cosas son como son, ese fatalismo poco menos que inevitable, lo que ha ido despojando a la política de la capacidad para moldear el discurrir económico. Aunque puede que bajo la excusa de lo insoslayable se camufle una forma de hacer política según la cual uno va aplicando su ideario no porque quiera, sino porque las circunstancias le obligan a ello. Que la ideología y la respuesta a la coyuntura económica acaben coincidiendo sería, por tanto, mera casualidad.

3.- “En Euskadi estamos mejor”: Continúa siendo cierto, pese a que el deterioro económico haya empezado a cebarse con nosotros más tarde, igual que avanza la enfermedad hacia el tejido sano cuando ya tiene bajo sus pies terreno conquistado. Estamos mejor, sí, incluso podemos consolarnos pensando que lo hacemos mejor, aunque la arrogancia no se compadece con un pasado -y todavía un presente- lastrado por la última violencia activa de Europa y sus imperecederas consecuencias. El interrogante esta vez no es si, como en los 80, seremos capaces de ir de menos a más salvando los escollos en el camino. Sino, más bien, si seremos capaces de adaptarnos al tránsito de vivir con casi todo a vivir bajo la incertidumbre de poder perder ese ‘casi todo’. Si asumiremos que nuestro pequeño e industrioso país es eso, un reducto milagroso del Estado de bienestar que difícilmente podrá perdurar sin un entorno más apacible, seguro y confiado.

4.- “Tenemos la mano tendida al diálogo”. La expresión vale para cualquier trance, cualquier interlocutor y cualquier espacio geográfico, aunque en el fondo no signifique nada cuando no se ofrece nada a cambio con sinceridad. De hecho, si funciona como un efectivo lugar común es precisamente por eso, por la vacuidad, porque la consigna puede lanzarse -y repetirse durante años- sin necesidad de explicar, de explicitar, qué se pretende con ese diálogo; a qué se está dispuesto a renunciar, a ceder, a concertar, a entender, en un intercambio útil de reflexiones. La vida es fruto de una transacción permanente, con nosotros mismos y con quienes nos rodean. Pero también es posible concluir que, en ocasiones, el diálogo no solo no es posible, sino que puede resultar contraproducente por momentos cuando solapa intenciones espurias o permite que éstas ganen legitimidad. Y que ensancha los callejones sin salida cuando carece del suficiente contenido -riguroso y comprometido- para determinar el ‘qué’, el ‘con quién’ y el ‘para qué’.

5.- “Feliz 2013”: La felicitación rutinaria del año es el lugar común por antonomasia. Sobre todo cuando puede que en estos momentos haya tantos ciudadanos deseosos de pasar la página del calendario, a ver si cambia la suerte adversa, como ciudadanos persuadidos de que mejor quedarse como en 2012 ante los oscuros presagios que trae su sucesor. No obstante, se trata de un recurso tan manoseado como inofensivo. Porque dado que no queda otra -esto sí que es inevitable- que encarar el nuevo año, mejor hacerlo deseando algo bueno y haciéndonos trampa con champán durante unas horas.

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