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Lourdes Pérez

La mirada

El silencio exaspera a ETA

ETA siempre se ha beneficiado del ruido. De hecho, el ruido ha formado parte indisoluble de su trayectoria. El más ensordecedor y destructivo, el que tenía la capacidad de sacar de quicio todo lo que tocaba la violencia, era el de las bombas. Luego llegaba el ruido, en distinta frecuencia, de los comunicados, en los que acostumbraba a reivindicar los atentados cometidos y a justificar, en su caso, el asesinato y la extorsión. Hubo momentos en los que lo que escribía ETA se escudriñaba casi con más atención que el destrozo personal y colectivo que causaban cada una de sus “acciones armadas”. Y la profusión de análisis sobre lo que decía, sumada a la palabrería interesada que siempre interpretaba entre líneas -para bien o para mal- lo que los terroristas no afirmaban, lograba recrear y amplificar a través del papel el estruendo provocado con las pistolas y los explosivos. El ruido encadenado, sostenido en el tiempo, ayudaba a ETA a sobrevivir.

Hoy, el ruido asociado a la violencia apenas se escucha, en una sociedad que dio por superado el ciclo terrorista bastante antes de que la organización armada decretara su cese definitivo el 20 de octubre de 2011 y que está abrumada por inquietudes tan domésticas como poder llegar a fin de mes. Y ETA ni siquiera ha aproximado este comunicado -salvo que exista alguno más- a la celebración el domingo del Aberri Eguna: su contenido habría contaminado los actos de la izquierda abertzale empeñada en sortear el pasado como mejor pueda. Pero nostálgicos del ruido de antaño y del protagonismo que les proporcionaba, los terroristas han irrumpido en escena para confirmar lo evidente -que no han dado aún el paso de desarmarse sin tratar de forzar algo que parezca una negociación con España y Francia- y para incidir en una conducta reiterada a lo largo de su historia: quemar a todos los que, más o menos bienintencionados,  le tienden la mano o se acercan a ella explorando una salida. Lo hizo con el PNVal fracasar Lizarra haciendo públicos sus supuestos pactos secretos; lo hizo con el PSOE una vez dinamitado en la T-4 el poceso de paz, con críticas que se extienden al comunicado de ayer; y ahora lo hace con los verificadores internacionales e, implícitamente, con iniciativas asociadas como el foro social promovido por Lokarri. El ruido al que se aferra ETA no soporta ni el silencio que le viene dispensando Mariano Rajoy, especialista en sobreponerse a sus adversarios -sean propios o ajenos- por la vía de extenuarlos con su mutismo a ultranza. Ni tampoco la sordina que los partidos vascos han puesto a la problemática de los presos y a las reivindicaciones tradicionales de la izquierda abertzale.

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