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Lourdes Pérez

La mirada

Con pompa y circunstancia

Pedro Sánchez y Albert Rivera han cubierto esta mañana la evidencia de que su acuerdo sigue siendo a estas horas insuficiente para garantizar la investidura con una escenografía que pretendía dar a entender justo lo contrario. Firma solemne a dos en la Sala Constitucional del Congreso, arropados ambos dirigentes por los suyos para conferir empaque a la imagen y sendas comparecencias después bajo el hermoso y evocador cuadro de Juan Genovés que simboliza la Transición reconciliadora de la dictadura a la democracia. El boato propio de lo que Sánchez ha calificado como un “acuerdo histórico” para una mayoría de españoles, aunque los firmantes solo representen hoy a la segunda y cuarta fuerza del hemiciclo y hayan tenido que constatar, a preguntas de los periodistas, lo que dicta la tozuda aritmética parlamentaria: que sin la abstención del PP o del Podemos la investidura no sale. Por más que la estrategia negociadora de los socialistas siga pugnando por sumar 143 escaños con siglas tan variadas como Ciudadanos, el PNV, Coalición Canaria, Izquierda Unida y Compromís -estos dos últimos, sentados junto a Podemos en la (desplazada del foco) mesa de izquierdas- para confrontarlos a los 142 que sumarían el PP, los independentistas catalanes y EH Bildu e intentar presionar al grupo de Pablo Iglesias para que no vete el relevo en la Moncloa. La iconografía de hoy ha sido tan aparatosa y solemne, tan cargada de referencias a un pretendido tiempo nuevo -esa alusión irremediable de Rivera a Adolfo Suárez-, que el PSOE y Ciudadanos corren el riesgo de lograr lo contrario de lo que necesitan para sacar adelante sus propósitos. En el caso de Sánchez, la escenificación de esta mañana junto a otro político casi calcado a él -apenas entrados en la madurez política, ambiciosos, con apostura y gusto por las camisas blancas- difícilmente puede ser digerido por el discurso, el programa  y la estética de Podemos. En cuanto a Rivera, nadie puede negarle la coherencia: hoy ha vuelto a apostar por un entendimiento a tres con el PP. Esa interpretación del pacto aleja a las izquierdas y compromete la muy genérica pregunta con que Sánchez pretende lograr el aplauso mayoritario de sus bases -a las cuales se suponía con mayor querencia por la alianza con Iglesias-. Pero es dudoso que vaya a influir en el ánimo de un Rajoy y de un PP que fían todas sus opciones a una investidura socialista fallida y a unas nuevas elecciones. Se dirá que Rivera ha acentuado sus opciones de erosionar, por la vía del centro reformista, el electorado de los populares carcomidos por la corrupción. Pero la jugada de vincularse tan estrechamente al futuro de Sánchez tiene también unos riesgos indudables, si el ‘asalto al cielo’ de la Moncloa no fructifica, para un líder que se había esforzado mucho hasta ahora por mantenerse casto y puro al margen de los lastres del pasado de populares y socialistas.

Pero más allá de los cálculos y las presiones cruzadas, bajo la rotunda teatralización del pacto PSOE-Ciudadanos late algo inconfesable. Que el acto de hoy y la sesión de investidura que arrancará este martes por la tarde con la intervención en solitario de Sánchez puedan constituir el primer ceremonial ante el tiempo muerto que se abriría a partir del 5 de marzo si no hay presidente y hasta las eventuales elecciones del 26 de junio. La nueva política se nutre de la efervescencia continua. Del hacer ver que algo cambia aunque al cambio no le den los números. De ininterrumpidas ruedas de prensa. De la táctica cambiante y la volatilidad de la opinión pública y publicada. La incansable responsable de comunicación de Sánchez fue quien erigió antes la figura de Rivera en un escenario público tan complejo como el catalán. Su homónimo en Ciudadanos fue uno de los responsables de campaña de Eduardo Madina, perdedor en las primarias socialistas ante el actual secretario general. Son coincidencias. Pero remiten a otra forma de hacer política y de comunicar que explica la pompa y circunstancia con que dos partidos situados a 46 diputados de la mayoría absoluta han presentado hoy su ‘acuerdo de gobierno’ para un gobierno que pende del primero-PP- y del tercero -Podemos- en el Congreso.

 

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