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Lourdes Pérez

La mirada

Fuegos de artificio

Madrid siempre es un peligro en los momentos preelectorales. El ‘foro’, ese líquido espeso y envolvente que comparten políticos, periodistas y analistas varios, se transforma en un enorme conciliábulo del que no es posible escabullirse y en el que bullen las cábalas y los pronósticos, por descabellados que resulten. Si lo único que puede superar la excitación ante un rumor son las teorías de la conspiración -cuanto más enrevesadas e increíbles mejor-, la cosa alcanza el paroxismo en vísperas de las generales más inciertas, en medio de la hipotensión propia de los cócteles navideños y tras una campaña que no ha mejorado el ejercicio público de la política, pero que sí ha resultado tan vistosa como desconcertante: dos ingredientes imprescindibles para que el espectáculo continúe. En el Madrid trivial que se divierte consigo mismo fluyen en los últimos días tesis tan descacharrantes como que el PSOE va a sufrir tal batacazo que no le quedará otra opción que desbancar a Rajoy haciendo presidente a… Albert Rivera. Toda especulación se compra y toda especulación se vende. La posibilidad de que Mariano Rajoy dé un paso atrás para que la investida sea Soraya Sáenz de Santamaría y así retener el Gobierno para el PP sigue cotizando en el mercadeo previo al 20-D, como si fuera tan fácil la renuncia de quien ha llegado hasta aquí después de una legislatura poco menos que infernal, con un control férreo de su partido aunque no se vea, y tras una campaña en la que le han tildado de indecente ante diez millones de españoles y ha recibido un puñetazo que casi le tumba literalmente. Por no hablar de lo que significaría, en términos democráticos, que acabara liderando el país quien no ha sido votada directamente para asumir semejante responsabilidad. Pero todo, ya está dicho, se compra y se vende. También que los dos partidos nuevos a los que buena parte de las encuestas sitúan tercero y cuarto -es decir, con menos apoyo popular que sus rivales del bipartidismo- se permitan fijar unas condiciones previas para pactar que se resumen en ‘o gano yo y gobierno’, ‘o no gano, pero los viejos tienen que dejarme gobernar porque hay que dejar paso al cambio’. Aunque la gente pueda acabar votando que el cambio lo lideren los de toda la vida.

En realidad, a estas horas, la única pregunta relevante más allá del escrutinio es con cuántos escaños se puede gobernar la Moncloa estando en minoría. Una cuestión insoslayable, a la espera de lo que dicten las urnas, tanto para el que aparece como ganador insuficiente de los comicios como para el que pretenda forzar su sustitución al frente del Gobierno conformando una mayoría alternativa igualmente insuficiente. En las generales con el cañón mediático sobre ellas más potente en años, hemos optado por distraernos con los fuego de artificio, las cartas a los reyes magos y los chismes que simulan ser información contrastada. No es solo la política la que no sale bien parada de la fotografía en permanente movimiento que describe esta campaña.

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La política de las cosas

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