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¿Es indecente lo que ganan los futbolistas?

Las crisis son un magnífico campo de cultivo para la demagogia, así que es normal que cuando la sensibilidad social se encuentra a flor de piel, ciertas noticias o informaciones, convenientemente sazonadas, sean un auténtico filón para los manipuladores con carné. La semana pasada se conocieron las cifras del contrato de Cristiano Ronaldo y las razones por las que las negociaciones para prolongar su estancia en el Real Madrid se encontraban en parada técnica. Si en un contexto económico normal no llama demasiado la atención que un futbolista gane al año casi 11 millones de euros limpios, aparte los ingresos por derechos de imagen, que en el caso de Cristiano, triplican incluso lo que cobra del Madrid; en un contexto de crisis económica, paro, desahucios y futuro de color negro tirando a negro-negro, estas cifras chirrían. Si, además, las pones en manos de un loco de la demagogia, es un chollo al que difícilmente te puedes resistir.

El debate sobre el salario de los deportistas es recurrente ¿Cobran mucho los deportistas de élite? Pues, como todo, depende de a quién se lo preguntes, dónde lo preguntes y en qué situación concreta lo plantees. Si le preguntas a un parado de larga duración, con dos hijos y a punto de que el banco te ponga en la calle, le sueltas una barbaridad al periodista-demagogo encuestador. El abanico de posibilidades es inmensa. ¿Es justo que un futbolista, que a fin de cuentas, es un señor que se viste de corto ante noventa mil tíos en un estadio para dar patadas a un balón, cobre lo mismo que el cardiocirujano que te acaba de salvar el pellejo tras un infarto? ¿Está bien montada una sociedad en la que un tipo que, también con pantalón corto, dedica su vida a dar meneos a una pelotita con una raqueta, cobre más que un conductor de metro del que cada mañana depende la vida de miles de personas? Pues oiga, planteada la pregunta así, sin anestesia, pues te paras a pensar y posiblemente llegues a la conclusión de que algo falla. O no.

Un deportista de élite es un tipo que pertenece a un club exclusivo, muy reducido y de muy difícil acceso. Por eso se llama élite. Trabaja duro, renuncia a todo y depende de un millón de factores externos que no controla para llegar a lo más alto. Por cada uno que alcanza la cima, son miles los que se quedan tirados por el camino. Cada gesto, patada, raquetazo, rebote o palabra que pronuncian, son escrutados por un Gran Hermano informativo que todo lo ve, todo lo escucha y, lo que es peor, todo lo juzga. Viven en una burbuja tan irreal, de lujo, aclamación y exposición pública, como fugaz. La vida en la cumbre del éxito dura poco, muy poco, porque siempre hay alguien, más joven, más preparado y más ambicioso que quiere destronar al héroe del momento. Hasta que lo consigue. Y cuando el momento de la caída llega -y siempre llega- se abre ante el árbol caído el más y rotundo de los olvidos, hasta quedar como un difuso recuerdo en la memoria colectiva que antaño le aclamaba. Esa es la pura y dura realidad del deportista de élite ¿Eso vale 10,5 millones de euros netos anuales?

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