Esta modesta Taberna tenía inicialmente propósito de hablar de Mou, la Champions y la forma tan rácana, con la inestimable colaboración de un vendedor de seguros turco, de clasificarse para los cuartos de final. Sin embargo, dada la alarma social que ha provocado el asunto y sus imprevisibles consecuencias, he optado por abordar un asunto complicado, dramático y de enorme calado social: los saltos en trampolín de Falete.
Como bien saben -y si lo ignoran, ya están perdiendo el trasero para ponerse al día- hay un programa de televisión en Antena 3 que se llama Splash. Básicamente el invento consiste en un grupo de famosetes que por una pasta gansa hacen un ridículo espantoso lanzándose a una piscina, ante la atenta mirada de millones de espectadores. Más simple que un sonajero, pero efectivo, muy efectivo. Folclóricas, ex gimnasta, presentadores de televisión, modelos y personajes inclasificables como nuestro particular héroe, sufren como bellacos para ponerse a tono y lanzarse a las aguas, con mejor o peor estilo. Además del famoso de rigor, es imprescindible en este negocio la figura del experto jurado. Aquí tenemos a toda una ex seleccionadora nacional de sincronizada, a un experto en escatología cinematográfica y a un ex jugador de fútbol al que muchos han llamado el ‘Curro Romero’ del fútbol, con más almohadillas que salidas por puerta grande, todo hay que decirlo. Por último, y no menos importante, es necesaria una piscina en la que inmortalizar los impagables saltos de nuestros protagonistas. Y aquí viene el problema: la piscina, la dichosa piscina.
Son muchos los habituales deportistas usuarios de las instalaciones del Mundial 86 que se han quejado de que no pueden entrenar ante la invasión de estas nuevas estrellas de la natación, acusando a la Federación Madrileña de Natación de haberse vendido a la productora del programa por medio millón de miserables euros. Una vergüenza. Pero lo peor, sin duda lo peor, es que hayan dejado a Falete pisar el trampolín por el que cada día saltan nuestros esforzados deportistas. Vale que te vendas por un plato de lentejas (habría que saber cuántas becas, entrenadores y viajes a torneos salen del alquiler de la piscina), pero que permitas hacer una plancha tipo tsunami a un paquidermo vestido de faralaes (bañador-tutú, para ser más exactos), eso sí que no, por favor.
No tienen razón estos deportivas quejicas cuando sostienen que somos un país de frikis. Para nada. Este tipo de programas deberían ser declarados de utilidad pública como las aguas minerales. Si un tipo como Falete, después de pasar por las manos de la Tarres (yo preferiría un mes con los Marines en Guatánamo antes que entrenar con la ex de la sincro, qué quieren que les diga), de los amplios conocimientos de natación de Gutierrez H. (¿será por las veces que se ha ‘tirado a la piscina’?); o del humor único de Torrente (solo entendido por él mismo), sobrevive, salta y no se esmorra en la pileta, para mí se merece entrar en el Olimpo de los deportistas y ser un ejemplo a seguir. Falete, ¡eres mi ídolo!