“Si Florentino consigue que Casillas se marche, será su mayor logro en la presidencia del Real Madrid. Incluso deportivo, sin duda alguna”. Comentario leído en esa ONG de la frustración llamada twitter y que refleja el sentir de una parte del aficionado madridista. Como ya dijimos en esta Taberna en su día, la sombra de Mou sigue siendo muy alargada.
El fundamentalismo triunfa cuando el ruido de la minoría se impone al silencio cómplice del que mira hacia otro lado, bien por miedo, bien por borreguismo, bien por el nocivo efecto de la propaganda subversiva con la que tanta entrega se ha empleado la yihad mourinhista. Que un madridista se alegre de la suplencia del mejor portero del mundo (si FIFA y UEFA no se equivocan, claro), capitán de la selección española campeona del mundo y de Europa y estandarte de una generación de canteranos del Real Madrid, es como para hacérselo mirar en Urgencias. La pregunta del millón es por qué este odio a Casillas.
El Real Madrid, como el Barça y demás entidades no convertidas en sociedad anónima, son regímenes presidencialistas, un sucedáneo de la Democracia Orgánica del pasado. La apariencia democrática dicta que cada cuatro años se puede votar al presidente. La cruda realidad, sin embargo, restringe tanto quién puede ser candidato (rico y con poder) y quién puede ejercer el derecho al voto, que al final siempre acaban votando los mismos al mismo y cuando sucede un accidente, la campaña de acoso y derribo es tan brutal que termina por marcharse ‘voluntariamente’. Es obvio que Casillas no es un personaje del agrado del presidente del Real Madrid. Un capitán con prestigio, títulos, trayectoria sin mácula y respaldo popular incomoda a la estructura teocrática del Madrid, acostumbrada al aplauso irreflexivo. Esta es la razón por la que se dejo crecer, pudrir y grangrenar el conflicto entre Mourinho y Casillas, sin importar el deterioro de la imagen de la entidad y del vestuario blanco. Dos por el precio de uno, debió de pensar Florentino.
Se fue Mou y no se acabó la rabia ¿Hace mal Ancelotti en dejar a Casillas en el banquillo? En absoluto, siempre y cuando se trate de una decisión exclusivamente deportiva, de rendimiento, compromiso y calidad. Y este es el problema, que pocos se creen que la suplencia del guardameta titular de la selección española obedezca a motivos deportivos. Toda una esquizofrenia para un club en el que nada se mueve sin el placet presidencial. Y Carletto, que tiene un máster en trato con divinidades por la prestigiosa universidad de Milán, es lo suficientemente inteligente como para meterse el primer día en este avispero. Casillas ha guardado un silencio solo roto por sus portavoces televisivos, que han retomado la actividad tras el verano y el cambio de cabal con renovadas fuerzas e idénticos contenidos. Nos vamos a divertir.