El fútbol es un deporte paradójico y muchas veces caprichoso, que da y quita sin razón o criterio. Impredecible. En ocasiones, este deporte es generoso y ofrece segundas oportunidades. Otras veces, es realmente cruel. Basta un mal salto de un compañero en un despeje para cambiar la vida del jugador, volverle a colocar en la casilla de salida y hacerse de nuevo de noche. La historia reciente de la portería del Real Madrid tiene mucho que ver con los culebrones sudamericanos en los que aparecen los buenos buenísimos, los malos malísimos de solemnidad, los conspiradores, las víctimas de las conspiraciones más malvadas, con interminables capítulos y con un final todavía por escribir. Vamos con los protas de esta historia.
Iker Casillas era un tipo majo, como cualquiera de nosotros, que estaba en el sitio adecuado en el momento justo cuando en mayo de 2002 tuvo que salir al campo para sustituir al lesionado César Sánchez. Era la final de la Copa de Europa, la novena y última Champions de los blancos en la que no solo se recuerda el enorme gol de Zinedine Zidane, sino también las acertadas intervenciones de un joven guardameta que cinco días después cumpliría 22 años. La leyenda del mostoleño se empezó a fraguar en Hampden Park. No vamos a abrumar con datos, títulos y galardones. Un vistazo a la Wikipedia basta para comprobar el alcance de lo que ha logrado el mejor portero del mundo durante cinco temporadas. Por si fuera poco, se juntó con un bombón televisivo para convertirse en el novio de España. Ahora va a ser papá y, según su churri, no se sabe dónde va a nacer el retoño ¿Qué intriga, no?
La vida de Diego López ha sido bastante más extraña que la de Iker. Al igual que Casillas, también se curtió en las inferiores del Real Madrid, con una salida, lo normal en la vida del canterano, al Alcorcón. Ascendió a Segunda con el filial blanco, se enroló en la primera plantilla madridista, pero tuvo la ‘desgracia’ de coincidir con Casillas en la pelea por la titularidad. Relegado a los encuentros de Copa y con un futuro realmente difícil en el Madrid, Diego López fue vendido al Villarreal, equipo en el que se consolidó como uno de los mejores guardametas de España, hasta el descenso del ‘submarino amarillo’ a Segunda. El gallego fue traspasado al Sevilla, tiempos turbulentos por la competencia con a Andrés Palop y partidos, como el de Granada, en los que le llovieron críticas realmente ácidas. Hasta la inesperada llamada del Real Madrid. Y como detrás de un gran portero siempre hay una gran mujer, aquí está Iria, mucho menos mediática que la churri de la tele amiga, pero que las lía parda en twitter defendiendo a su marido.
Antonio Adán es, posiblemente, quien tiene el papel más chungo de esta película. Rehén y víctima de una lucha en la que no tenía ni arte ni parte, un mero instrumento de usar y tirar, por desgracia muy habituales en este mundo cruel e ingrato ¿Y el malo, el malísimo de esta serie? ¿No se lo imaginan? Ya saben quién es. El malvado muñidor de todos los males que han asolado a la Casa Blanca en los últimos meses, el perverso conspirador que todo dominaba, el perfecto manipulador. JR, pero con idiomas. El innombrable ¡Yuyu! Y hay más protas, como el Tito Floren, Verbo Cálido Valdano, el Marqués de la Selección o el amigo italiano Carletto. Todos, en mayor o menor medida, forman parte de esta apasionante historia en la que quedan muuuuchos capítulos. En los mejores cines.