El fútbol es un deporte paternalista. Importante figura la del padre en este deporte. Varios ejemplos. Es tu progenitor quien te lleva al fútbol para admirar a tus héroes. Muchos padres pasan frías mañanas de domingo acompañando a sus hijos a los partidos, desgañitándose en la grada y sufriendo con la ingratitud de este deporte o disfrutando de los éxitos del retoño. Hay casos de padres peligrosos que consideran al nene como una inversión a largo plazo con la que dar el pelotazo de tu vida y disfrutar de un retiro dorado. Son dañinos, especialmente cuando se convierten en los representantes de la potencial figura en cuestión. Una pasta en psicólogos para superar traumas cuando se descubre que el nene ya no es tan figura o no va a generar la pasta esperada. Y, por último, el padre-presidente, figura muy recurrente en nuestro país y que tiene tantas sombras como luces en su historia.
Santiago Bernabéu o Vicente Calderón o José Luis Núñez fueron casos emblemáticos de presidente a la antigua usanza, que trataba a sus subordinados con la sabiduría, cariño y disciplina de un padre duro, pero justo. Manejaban el club con un control absoluto, aunque artesanal, de libro viejo de cuentas viejo, pero en el que no se escapaba un solo dato. Reflejo de un tiempo pasado y superado por los Consejos de Administración en los que se han incorporado gentes de traje y corbata caros e impecables, con numerosos másteres de empresa y gestión y que, igual que dirigen un club de fútbol, pueden estar al timón de una empresa charcutera sin que se notara la diferencia, y no establezcan segundas intenciones, que es posible que no las haya. No es imprescindible el amor por los colores, pero sí útil para el negocio. Sin embargo, y aunque parezca un anacronismo, siguen quedando ciertos vestigios de paternalismo en el fútbol de hoy. Florentino Pérez es uno de ellos.
Florentino maneja el Madrid como una casa, con un presupuesto para quitar el hipo, pero como una casa. Es el pater familias, la persona que controla a todos los bienes y a todas las personas que viven bajo su manto protector. Los jugadores son como sus hijos, el bien más preciado de la familia. Él se encarga directamente de decir quién puede y quien no puede pertenecer a este selecto clan. A veces se encapricha de un futbolista y, como abnegado cabeza visible, no para hasta lograr su objetivo. Cueste lo que cueste. También es quien decide que entrenador, moderna institutriz futbolera, se encarga de controlar a estos niños tan especiales, tarea realmente difícil porque una de las particularidades de este grupo es el ego tan enorme que poseen. Últimamente, Florentino no parece tener demasiada fortuna con sus elegidos y cada vez le duran menos, pero esa es otra historia.
No crean que siempre es fácil dirigir una familia como esta, no. Raro es el día que no hay un incendio. Que si un jugador está triste porque el entrenador le da poca bola en las alineaciones; que si otro quiere ganar más dinero porque, claro, que el nuevo se lleve una pasta gansa y a uno le dejen el contrato tal cual, pues es como para estar más cabreado que un mono; el que te sale respondón, la lía parda con el entrenador y te descoyunta todo un año; por no hablar del sentimental, el que necesita que un par de veces al día le digan que es el más guapo, el más rico y el ojito derecho de papá y que, como no le den el Balón de Oro, se va a mosquear más que un pavo en Nochebuena. Ustedes tómense a chanza, risa o chirigota esto que les estamos contando, pero después del último amago de Sergio Ramos, ya nos podemos creer todo. No está pagado con dinero el trabajo del Presidente blanco. Seguro que no.