Hay quien gusta de vivir permanentemente instalado en la angustia vital, el cabreo, la bronca y el lío. Como una parte de la genética. Cualquier pretexto sirve para organizar un quilombo del carajo. Cualquier excusa vale para abrir la caja de los truenos y montar la mundial. Si esta característica la trasladamos al fútbol, el mejor ejemplo lo encontramos en el Barça y su inagotable capacidad de generar conflicto dónde parece que no debería más que existir paz y buen rollito. Les va la marcha.
No parece muy de sentido común, de inteligencia o de mínima prudencia contar con el mejor jugador del planeta y tenerle más cabreado que un babuino. Javier Faus lo consiguió. Un tipo que entiende de números, de cuentas saneadas, de fusiones y adquisiciones, contratos e impuestos, fondos de inversión y, dicen, con una perspectiva muy anglosajona de la vida, osó días atrás pronunciar la mayor herejía que se puede soltar en un club de fútbol: no se puede renovar a un jugador cada seis meses ¡Vade retro, Satanás! ¿Pero quién es este individuo carente de tacto y sensibilidad, ignorante obtuso, hereje irredento para hablar en estos términos del dios del fútbol? Por mucho menos fray Tomás de Torquemada, inquisidor especial de Barcelona, mandaba al personal a la hoguera. Parece que nadie había comentado a este brillante empresario, vicepresidente del Barça, que en el fútbol los contratos están para ser renovados un par de veces por año, que a veces se renueva a un jugador para, justo a continuación, venderle por algo más de pasta; y que aquí cobra comisión hasta el que lleva las cocacolas cuando se negocia la ampliación del contrato de un futbolista. Javier Faus: eso no te lo debieron contar ni en la Universidad de Georgetown ni en el despacho de Cuatrecasas.
Años atrás, el club que vivía permanentemente atacado de los nervios era el Atlético de Madrid. La figura de Jesús Gil era tan intensa y salvaje que raro era el día que no era cesado un entrenador, se ponía a parir a un futbolista, arremetía contra un árbitro u orquestaba una campaña contra el maligno blanco, blaugrana o un señor de Palencia que pasara por el Calderón. Muchos pensaban que esta manera de ir por la vida de sobresalto en sobresalto no era más que una magnífica cortina de humo para esconder una gestión temeraria, una compra del club fraudulenta y unos negocios más que turbios. La Justicia se encargó de, en parte, aclarar lo que la verborrea populista escondía. No dudamos que tuviera para el periodismo deportivo un puntito de gracia los excesos del gilismo, aunque no dejaba de ser chocante que en una misma emisora d radio, en el informativo de las once de la noche se comentara la penúltima tropelía de Marbella para, una hora después, escuchar al patriarca en una amable entrevista con los comunicadores amigos. Entonces, ¿qué esconde la tensión que se vive periódicamente en el barcelonismo?
En alguna ocasión hemos hablado en esta Taberna del ‘entorno‘ que rodea al Barça, corrientes de poder, opinión y sensibilidad que de cuando en cuando atormentan la placidez de los buenos resultados. Solo la buena marcha del equipo, la magia de un grupo irrepetible y una vitrina llena de trofeos y de records ha logrado una de las treguas más prolongadas. Hasta esta temporada, con la salida de Vilanova y la llegada del Tata Martino ¿Va tan mal el equipo como para disparar las alarmas? Todo lo contrario, incluso con números incluso mejores que los obtenidos por Guardiola ¿Son conspiraciones florentinianas para desestabilizar al enemigo culé? Nos tememos que bastantes problemas tiene el señor Pérez con lo suyo como para maquinar perversos fraudes al fisco y amistades peligrosas que salpiquen a los parientes de Leo Messi. Posiblemente la explicación sea tan sencilla como que el archiconocido ‘entorno‘ estaba ya cansado de tanto sestear y ha decidido cobrarse cuentas pendientes aprovechando que ‘el mito’ ya no está en el banquillo, sino un argentino con cara de buen tipo, pero que aún ignora por dónde van los tiros de lo que sucede a su alrededor. Ayer mismo, en Getafe, remontando dos goles y ganando finalmente con solvencia, la mayor preocupación del periodismo fueron los quince minutos de caraja barcelonista. Menos mal que ganamos, imaginamos que pensó el argentino, cada día más despistado con tanto mono loco a su alrededor.