Afortunadamente la Liga española es capaz de animarte un fin de semana pasado por agua, con el sol aun de vacaciones y un cambio de hora ladrón, que nos ha robado impunemente 60 minutos a nuestro reloj, IVA incluido. Menos mal, que si depende de la Fórmula Uno, el día de espachurre casero con la manta a cuadros, se hubiera convertido en un bucle insulso protagonizado por unos tipos corriendo con el silenciador puesto y a los que lo más interesante que les puede pasar es que un mecánico, más chapuza que Pepe, el del taller de mi barrio, se deje las tuercas flojas en un cambio de ruedas.
El Atlético tendrá que cambiar el discurso de la modestia porque ya no cuela. Los de Simeone hace tiempo que se ganaron el derecho de ser considerados candidatos al título de Liga. A partir de la victoria del sábado en la Catedral, ya no pueden esconderse más tras el parapeto de la falsa modestia. El Barça volvía a ganar con polémica, como no podía ser de otra forma, por mucho que me moleste al Tata Martino, que sigue sin entender por qué en este país se prefiere hablar de árbitros, conspiraciones, villaratos, florentinatos y demás ‘atos‘ que de fútbol. Es mucho más entretenido, hombre. Es una lástima que deje el Barça justo cuando comience a interiorizarlo. Lo del Madrid merece capítulo aparte.
Terminados los efectos de la conspiranoia que impide que ganen esta Liga y el señalar con el dedo acusador a Diego López y Garreth Bale como culpables de los males blancos, las mentes pensantes del club imaginaron que una goleada ante el Rayo iba a lograría reenganchar al personal una vez más a la causa, provocando una especie de catarsis que todo olvida y todo perdona. Craso error. Los cinco goles al Rayo no lograron calmar al aficionado blanco que, harto de tanta milonga, pitaba a todo lo que se meneaba. División de opiniones cuando salió el portero blanco, efecto secundario perverso del Caso Casillas. Gracias, Mou. Pitos a Ancelotti que, a pesar de su indiscutible arte torero para eludir los problemas, cada día tiene cuenta con menos margen. Si en marzo los filtradores oficiales ya te están buscando sustituto, háztelo mirar ya. Ni Cristiano se libró de la música de viento del graderío. No me negarán que está entretenido el fin de curso, ¿no?
Igualico que en la Fórmula Uno, entretenido deporte en el que ganan los de siempre, palma el de siempre y no sucede nunca nada que perturbe la monotonía de los grandes premios, salvo alguna galleta, un mecánico loco o un piloto gafado que no gana para sanciones. La gente se quejaba del coñazo que suponía la tiranía los Red Bull. Ahora los tiranos son los Mercedes y no parece que los cambios de normas hayan mejorado la competencia. Todo lo contrario. Ni siquiera los coches suenan a bólidos, para desdicha del gremio de los otorrinos. Tan aburrido está el asunto que se ha llegado a decir que el portavoz oficial de nuestro piloto estrella lo deja, cansado de tantos años haciendo lo mismo, los últimos sin poder cantar y contar las hazañas de su ídolo. Es lo que tiene tener que conducir una patata con volante. Que eso no es un coche, por muy de rojo que lo pinten, que eso es un truño. Un año más y van…