Las grandes derrotas son maravillosas y, cuanto más grande es el batacazo, mejor que mejor, porque sacan a relucir el sádico que llevamos dentro. Ahora toca, como corresponde, destripar hasta la extenuación lo sucedido en Brasil con la selección y la conclusión a la que ha llegado el periodismo deportivo es realmente simple: tenemos una castaña de selección, un fraude de entrenador y nada de buen rollito en el equipo, que salvo arrancarse la cabeza, de todo se han dicho en el vestuario. Algunos, incluso, van más allá en sus profundos análisis colocándose la correspondiente medalla del ‘yo ya sabía que esto iba a suceder‘. Lo que no dicen es por qué lo cascan ahora y no en su día. Cosas de los pitonisos.
De entrada, el que fuese brillante gestor de recursos humanos, la mano izquierda con más talento que jamás haya pasado por un banquillo, el hombre paciente, educado y moderado hasta decir basta, Vicente del Bosque, ‘el Bigotón‘, no es más que un fraude que ha vivido de las rentas de un cuento, el sudafricano, más fruto de la casualidad que de otra circunstancia. Manejado como un pelele por los jugadores, ha permitido que la concentración de la Roja en Brasil se haya convertido en una verbena de vanidosos y egoístas jugadores que han ido a su bola desde el primer día. Ha demostrado tener menos personalidad que un percebe. Ya está tardando en dimitir y seguir el ejemplo de Prandelli o Zaccheroni, que al menos han tenido la dignidad de largarse antes de recibir una sonora patada en salva sea la parte.
Seguimos con los jugadores, esos extraños seres a los que parece preocuparles más el último anuncio de champú, helado, coche o traje molón que el vestir la camiseta de la selección española. Especialmente, los jugadores de Real Madrid y de FC Barcelona, incapaces de superar sus rencillas y el habitual a la salida te espero, y me lo dices en la carita, frecuente en los últimos tiempos. Aquí también, de refilón, le cae alguna a Mourinho y su manía obsesiva por encabronar el ambienta allá por donde frecuentaba. Con un entrenador incapaz de hacer de bombero torero y unos jugadores que no estaban por la labor de remar en la misma dirección, sin empatía alguna y más pendientes de sus propias estadísticas y records históricos, ya se sabe cuál puede ser el resultado: el castañazo que nos hemos dado.
Vaya colección de prendas que nos hemos llevado a la tierra de la samba. Entre el que llora amargamente porque le sustituyen en su último partido, que ya hay que tener mala leche; y el que se dedica a amenazar a grito pelado con abrir la cabeza del periodista criticón de turno, lo que realmente inquieta a los parroquianos de esta Taberna es cómo hemos podido ganar un Mundial y dos Eurocopas con esta banda de desequilibrados, capitaneados por don Tancredo en el banquillo. O eran otros los que coleccionaban títulos y nosotros sin saberlo o es que son los mismos, pero nos tenían engañados ¿Alguien lo entiende?