No hay mal que cien años dure ni crisis deportiva que se ventile en una semana. Incluso en menos, que aquí encumbramos y sepultamos a continuación a la velocidad de rayo. Nada mejor que un par de goleadas para reencontrarnos con el olfato perdido, la clase añorada y los estrategas insignes, esos mismos sobre los que siete días atrás pesaba la sombra de la duda. Los días de vino y rosas han vuelto y tienen intención de quedarse. Hasta el próximo batacazo, se sobreentiende, que ya se sabe cómo funciona este negocio en el que nada es lo que parece.
Lo de los cien años de duración es también aplicable a los amores del personal. Una derrota en Champions con un empate mediocre en Liga, con el toque de un cambio no del todo bien entendido en la grada, es el explosivo cóctel Molotov con el que dar el primer aviso a un entrenador. De poco sirve que sea el vigente campeón, finalista europeo e ídolo de la masa. Siempre después del caviar aparecen las lentejas y algunos no se resignan. Al equipo le falta gol, dicen los sesudos expertos que cada mañana confirman que amanece cuando asoma el sol. Claro que olvidan añadir que ya no están los dos jugadores que la pasada temporada anotaron 38 de los 73 logrados por el equipo. De aquí a la crisis institucional estamos a dos pasos. Al tiempo.
Tampoco era lo que parecía el equipo de la manita de líder y los recitales, que hasta hace cuatro días también generaba dudas por la bisoñez de su nuevo técnico, los cambios radicales y sus arriesgadas apuestas. Como todo en esta vida, si te sale mal es que eres un tarugo o un Martino de la vida que no se entera ni de dónde está pero, amigo, si te sale bien, te convierte por arte de magia en el nuevo Guardiola, que decimos, en la mejor versión de Guardiola corregida y aumentada. Un visionario que apuesta descaradamente por la cantera, que sienta en el banquillo a los mitos vivientes del equipo o que recupera para la causa a los indolentes que el curso pasado vacacionaron porque tenían la cabeza puesta en el Mundial. De aquí a la canonización estamos a dos pasos. También al tiempo.
Menos son lo que parecen las asambleas de socios. Ya hemos hablado de ellas en esta modesta Taberna. Un club que es de los socios, en los que se vota el presente y el futuro a mano alzada y se pone freno a aventureros, jeques y millonarios caprichosos. Un mar de tranquilidad, salvo algún aguafiestas al que se neutraliza con cierta condescendencia para terminar votando a favor de todo. Ya se abrazó con entusiasmo las leoninas condiciones para que solo el 0.0002% de la masa social blanca pueda optar a ser presidente. Ahora corresponde buscar un patrocinador para el nuevo Estadio. De aquí al cambio de nombre, un par de telediarios. Al tiempo.