Entre tanta euforia desatada y loas dedicadas hasta la extenuación, una nota discordante: no ha sido para tanto, la verdad. El Mundialito de marras es lo más parecido a un torneo entre solteros contra casados que se ha visto en el mundo FIFA. No está mal ganarlo, pero no para sacar mucho pecho por ello. Incluso a los mismos comentaristas con su inagotables repertorio de elogios al ganador, les traicionaba el subconsciente y se les escapaba que el rival de los blancos era un equipo de la Segunda B española. Un lapsus linguae inmediatamente corregido para no manchar la retórica posterior del tan manido mejor equipo de la historia del mundo mundial, que ya se sabe cómo está de malita la cosa de la venta de periódicos y hay que aprovechar el tirón de la mañana del domingo, con el café, los churros y la portada de tu periódico deportivo favorito. Madrileño, por supuesto, que en la periferia, un rinconcito en una esquina de la portada y gracias. Lo normal, vamos.
A nadie se le ha escapado nunca que el Mundialito es un torneo menor, de pacotilla, impuesto revolucionario de la FIFA a los clubes (uno más) para cuadrar cuentas a fin de año y seguir llevándoselo muerto. Un marrón para los equipos, especialmente el europeo, al que obligaban a viajar en tiempos a Japón para disputar la final y ganarla. Prueba de ello es que este torneo solo interesa en España cuando participa en él un equipo español. Y no mucho. Afortunadamente, la sede se ha ido acercando geográficamente, por lo que el balance de daños es menor. Si, además, como este año coincide con el final del año, los jugadores tienen más sencilla la diáspora navideña para regresar a sus casas o lugares de vacaciones.
A nadie se le ha escapado que el Mundialito ha sido la coartada perfecta para el escaqueo del presidente Villar en plena tormenta de la violencia ultra en el fútbol español que él preside, o eso dicen. Posiblemente, junto a los madridistas, Angel Villar es la persona que más interés ha puesto en el Mundial de clubes. Con tal de no estar en la misma sala de reuniones con Cardenal o Tebas, uno hace los sacrificios que sean necesarios, debió de pensar la mente del presidente. Con un ultra fallecido, detenciones de violentos en medio país y controles de acceso a los estadios más propios de prisiones de máxima seguridad que de un campo de fútbol, lo más normal, pensaría cualquiera con un par de dedos de frente, es que el mandamás federativo encabezara la cruzada emprendida contra los violentos pero, qué quieren que les digamos, la alternativa era de lo más sugerente: una pachanga futbolera, hoteles de lujo, gastos pagados, dietas suculentas y la siempre agradable compañía de los amiguetes de la FIFA ¿Quién dijo que el Mundialito no era interesante?